Pues sí, soy un fan. Un fan callado, silente, sin libreta de autógrafos y con el frigorífico libre de restos biológicos de mis ídolos. No guardo cabellos de él o de élla y mucho menos bocadillos mordidos por sus perfectas sonrisas. Soy un fan venido a menos, de los que compraban en el kiosco de Kubalita, aquel paisano que dejó el balón por la venta de la prensa y las chucherías, la revista el Cancionero. Revista semanal que ya anunciaba el Karaoke que vendría décadas después y en la que, en sus 64 páginas uno se podía encontrar las letras de las canciones que partían la pana de la época. Que era tejido que sólo se encontraba en los pantalones de los labriegos y en la de los políticos venidos a más.
Yo eran un fan de interior. De póster. De tener en la pared el cartel de 2001 Odisea en el Espacio o de All That Jazz. Un fan ecléctico, que lo mismo coleccionaba sobres sorpresa de Montaplex y discutíamos sobre la capacidad de ataque de los Zeros japoneses o de los Stukas alemanes, que lanzábamos diatribas sobre la posibilidad de dominio del pueblo Vulcaniano sobre la Federación de Planetas. De lo mañoso que era Cruyff y de la habilidad de Daniel Boone con el tomahawk.
Yo era un fan que escondía las ganas de convertirse en Estela Plateada y darle la barrila a Galactus mientras que gozábamos en el cine de verano comiendo pipas en el momento en que Emmanuel se hizo algo mas que un nombre de mujer y los furtivos y la trastienda eran la parte de atrás de un estanco en Amarcord.
Lo confieso soy un fan tibio de poca estatura coomo un hobit y llevo el anillo de compromiso colgado del pecho para que evitar que se me caiga en el fuego del monte del destino. Soy un fan venido a menos para subirse a mas como aficionado a las cosas que nos hacen como somos: vecino de Penny Lane, colega de Watson, conocido de Monsieur Daupine, compañero de viaje del señor Strogoff, camarada de Gregorio Samsa, agente de viajes para Phineas Fogg, balsero de la Monroe en el Río de la Vida y mecánico de motos para mister Macqueen. Soy un fan con un coche que se llama Enterprise y que Málaga es nuestro destino en el cuadrante de la galaxia veraniega y que el sistema estelar de Sierra nevada nos espera en la próxima estación, cuando el aire se llene de vulanicos y de balones de fútbol
Yo eran un fan de interior. De póster. De tener en la pared el cartel de 2001 Odisea en el Espacio o de All That Jazz. Un fan ecléctico, que lo mismo coleccionaba sobres sorpresa de Montaplex y discutíamos sobre la capacidad de ataque de los Zeros japoneses o de los Stukas alemanes, que lanzábamos diatribas sobre la posibilidad de dominio del pueblo Vulcaniano sobre la Federación de Planetas. De lo mañoso que era Cruyff y de la habilidad de Daniel Boone con el tomahawk.
Yo era un fan que escondía las ganas de convertirse en Estela Plateada y darle la barrila a Galactus mientras que gozábamos en el cine de verano comiendo pipas en el momento en que Emmanuel se hizo algo mas que un nombre de mujer y los furtivos y la trastienda eran la parte de atrás de un estanco en Amarcord.
Lo confieso soy un fan tibio de poca estatura coomo un hobit y llevo el anillo de compromiso colgado del pecho para que evitar que se me caiga en el fuego del monte del destino. Soy un fan venido a menos para subirse a mas como aficionado a las cosas que nos hacen como somos: vecino de Penny Lane, colega de Watson, conocido de Monsieur Daupine, compañero de viaje del señor Strogoff, camarada de Gregorio Samsa, agente de viajes para Phineas Fogg, balsero de la Monroe en el Río de la Vida y mecánico de motos para mister Macqueen. Soy un fan con un coche que se llama Enterprise y que Málaga es nuestro destino en el cuadrante de la galaxia veraniega y que el sistema estelar de Sierra nevada nos espera en la próxima estación, cuando el aire se llene de vulanicos y de balones de fútbol
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