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Mostrando entradas de septiembre, 2016

CONCIERTO EN LA TERRAZA

El otoño ha traído, además del alivio termométrico al valle guadalquivino, cierto aire a cambio y de fin de época. Es como en el recitado inicial del Señor de los Anillos en los que la reina elfa Galadriel musita, entre sorprendida y enfadada, que «el mundo ha cambiado, lo siento en la tierra, lo siento en el agua, lo siento en el aire». A muchos les parece que estos días son muy parecidos a aquellos en los que los Beatles se subieron a una azotea para cantar «don´t let me down» y hacer mutis por el foro con «get back». Los tiempos están cambiando a tenor de lo que está ocurriendo en el calmo y quieto lago jienense. Knock, knock in the heaven doors. Las aguas, durante décadas estancadas en el control total, se agitan con la caída de rocas en forma de detenciones, denuncias, grilletes, altos cargos imputados, declaraciones de concejales, contratos, amaños, presuntos, sospechas, acusaciones, defensas y una sensación; cada vez más sólida; de que esto ya no es aquel territorio en lo

DE LO MISMO

El paseo por los titulares de la actualidad de esta provincia no puede ser más desalentador. Siempre lo mismo. Igual. Una marmota que gira una y otra vez el reloj de arena y madera de olivo. Las listas de espera crecen. Las listas de espera se reducen. Los enfermos, impacientes, penan por los pasillos de la semántica. No hay colapso sólo picos de ocupación. Eso no es cierto hay hacinamiento y habitaciones triple equis. Pornografía de cada verano. Las camas en las que se muere o se sana. Camas para no dormir como las historias de infestaciones de cucarachas en la ciudad. Insectos que se vuelven torpeza y exageración política. Como las ratas que menudean en solares hechos un solar por el olvido y la indigencia presupuestaria. Las ratas corren por la penumbra de los callejones. Golpes bajos que dan los que dicen estar más en lo más alto. En mi pueblo hay un centro de salud nuevo sin muebles, sin celadores, sin médicos y con muchos enfermos a la espera. También hay muchos viejos que no

LEJANÍAS

El 10 de agosto de 1881 llegaba a la ciudad de Jaén el primer tren. Han pasado 135 años y las cosas parece, que ferroviariamente, no han ido a mejor. El viejo caballo de hierro no encuentra pastos en los que sobrevivir entre los bosques olivareros. Se muere y oxida entre la espesura montuna de tantas promesas olvidadas. En la jota de Jaén ya no cabe la ce de cercanías. Apenas la eme de la memoria da para engrasar los últimos raíles, que mohosos y rojos de orín, se hunden en la ciénaga de las mentiras que empantanan el paisaje. El que fuera vecino de estas páginas, el inolvidable Vicente Oya, ya describía allá por 2007 en este diario la difícil relación del tren con Jaén. Una rima que chirría desde hace décadas. «La llegada del tren a Jaén sirvió para consagrar la voluntad de la ciudad por ganar la llanura hacia el norte. Pero el tren no supuso para Jaén un hecho trascendente para su progreso. Otra cosa hubiera sido, por supuesto, que los grandes trenes pasaran por Jaén y no por