Cabrearse es un arte que se aprende con el paso de los años. Uno de niño no se cabrea: explota enfadado y a los dos minutos ya ha vuelto a la normalidad olvidando el motivo de la furia pasajera. Pero con el tiempo vamos aprendiendo a dosificar y a regular el cabrero para hacerlo más intenso y más largo para saborearlo mejor y volver a cabrearnos cuando ya se nos ha pasado el primer cabreo.
Pero no todas las personas se cabrean o enfadan por los mismos motivos. Hay un tipo de cabreo para cada persona y esa manera de cabrearse es lo que define ante los demás. Así el hincha futbolero gritará como un energúmeno contra el árbitro por el penalti recién pitado y su compañero de grada, uno que pasaba por allí se cabrea con quien profiere esa sarta de insultos y lo mirará con una ceja levantada, mientras que otro tipo se dará cuenta de que este lechuguino es un estirado y que se cree superior a los demás y le tirará una lata de cerveza a la cabeza, por finolis. Y desde la televisión la mujer se cabrea con aquel tipo tan bruto que le tira cosas a la gente fina y hará un comentario grosero contra ese deporte ruidoso que hará que su marido se enfade por que no puede ver con tranquilidad un partido que le ha costado 10 euros en el “peiperviu” y su amigo, invitado en el sofá de al lado, se cabrea con su colega por tener tan malas maneras y que se marcha airado para salir a la calle y encontrarse con un chaval a bordo de una discoteca rodante que chimpún, chimpún viene cabreado por que el “trócolas” le ha mojado la oreja en la exhibición de “tunning” y algunos vecinos se cabrean por el ronco ruido y patean a sus perros y mascotas que salen a las aceras cabreadas con las grasas y los colmillo fuera a pelarse, mientras que la Policía Local se cabrea por todo el follón que se ha armado y por estar de guardia en una tarde con partido y salen, libreta de multas en mano, tras el primer infractor que pillen in fraganti que no es otro que el guarro del tercer del séptimo b que siempre tira la basura a deshoras y que está cabreado por que su primo no le sacó la entrada para ver el partido de hoy y poder chillarle al árbitro los penaltis mal pitados.
Que cabrearse es todo un arte
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