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Mostrando entradas de mayo, 2017

¡Pagad mamones, pagad!

Y es que nos roban. Con cuatro palabricas finas nos roban nos roban. Qué cantó el Carlos Cano avisando con sus coplas de que el bandolerismo, con uniforme y membrete, aún seguía por las serranías al acecho. La última fechoría detectada ha sido lo del sablazo a traición en el cobro de plusvalías de pisos y casas heredadas. Viviendas que resultaron estar habitadas por los polstergeits insaciables de municipios, cabildos y provincias. Meneaban cuadros, rompían fotos y hacían crujir los muros a la espera de hincar sus colmillos en el testamento de la abuela Cobraban las plusvalías aún a sabiendas que la peña tenía que vender por debajo del coste de mercado. Tan sólo en la provincia de Jaén han sisado unos 23 millones de euros. En periodo de recaudación; ni ejecutiva ni voluntaria; fraudulenta, siempre según el Tribunal Constitucional. Fincas encantadas por impuestos en lugar de por espectros. Los fantasmas son también un valor añadido. Si te descubren con un ectoplasma en el salón te

MEDIOCRES

  Se les puede ver de lejos. Se les huele a decenas de metros. Una mezcla de colonia cara y humanidad que usan a granel, la primera, y con escasez la segunda. Son escandalosos. Gritan más que hablan. Se les oye a distancia porque alzan la voz casi tanto como los brazos. Sobresalen del grupo y de la conversación porque se acompañan de aspavientos y continuos manotazos al aire invadiendo el espacio del resto de contertulios. Sus teléfonos nunca están en silencio. Con una mano hacen molinetes sosteniendo el combinado de importación y con   la otra descuelgan su pinganillo para saludar al comunicante con un atronador diminutivo. Siempre dicen tener razón y lo de Cataluña, Siria o lo de Timor Oriental lo solventarían en cinco minutos si ellos mandaran algo. «Se sacan los tanques a la calle ¡coño!». Son mas que nadie desde siempre, desde toda su vida: demócratas, del Madrid, del Barça, de playa o de montaña. Son los que suben las entradas de la reventa porque quieren apuntarse el t

LA LLAVE

De pequeño estaba convencido de que la primera televisión que llegó a mi calle, una Cruz del Sur de lámparas zumbonas, era posible abrirla por un costado y sacar de dentro todos los muñecos Comansi y camiones Rico que salían en los anuncios. Para ello, creía a pies juntilla, que sólo era necesaria una llave y esa llave algún día estaría a mi alcance. Con el paso del tiempo esa convicción se me fue enterrando en la memoria con las paletadas de tiempo que ponen sobre la infancia los años. Jamás conseguí la llave pero ese recuerdo volvió a primer plano y me asaltó el otro día cuando me asome por encima del pretil de mi ordenador y pude ver en los canales de yutube a los numerosos candidatos a cualquier cosa asegurar que, solamente ellos, conocían la forma de abrir las televisiones y repartir entre el pueblo las maravillas que en ellos se mostrbana. Me acomodé en el alfeizar de la ventana del güindos y asistí al despliegue de la incansable y tozuda actitud de aquellos hombr

Qué raro es el trabajo

Casi en el principio de todo lo de trabajar se convirtió en condena. Perpetua losa que cayó sobre el fraticida Caín que tuvo que dejar la desahogada existencia que llevaba para ganarse el pan con el sudor de su marcada frente con el árbol de la vida. Árbol que bien podría haber sido un olivo si es que Caín hubiera podido encontrar curro en la provincia. Ya se sabe, y a las listas del INEM me remito, que lo de encontrar ocupación en los campos y mares olivareros es misión casi imposible. Estoy casi seguro de que si Caín hubiera sido de Jaén se tendría que haber buscado el sustento en los hoteles de la costa. Tendría que haber emigrado como lo están haciendo nuestros jóvenes y antes lo hicieron sus abuelos. Entre medias estamos una generación alimentada de espejismos. No hay trabajo en Jaén, como no hay trenes o buenas carreteras, y cada vez lo habrá menos. Los robots han llegado aquí para quedarse y San José Obrero seguirá amenazado por la desaparición de muchos puestos de trab