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Mostrando entradas de octubre, 2018

CON EÑE

La eñe es una letra muy española. Es una letra preñada de decisivas precisiones para no confundir la campaña electoral con una humilde campana.   La campaña es una campana sin espadaña a la que, con artimañas se le ha ordeñado el badajo. También existe su cuñada, la precampaña, que es un trozo de bronce sin pasar aún por la fragua. Apenas una reseña de metal pero a la que se le adivina cómo le cuelga la “ñ” para que los discursos la bruñan y las promesas la tañan. La eñe es una señora letra que ahora suena mucho y que sueña poco por que ya no la dejan con tanta leñe. La manosean y soban con el señuelo y el cebo colocados para buscar el voto cada cuatro años. La eñe es tan importante que es la que nombra dueños y dueñas. Es la peña de la pena curada. Es la riña y el riñón cuando se viene arriba. Es una letra que pergeña el paisaje y hace de una empanada una empañada mañana de otoño con tan sólo ponerse el bigote. Es poeta y literata capaz de convertir los anos en años por los qu

CARTA A UN ELECTOR

Estimado amigo/a espero que al recibo de la presente se encuentre bien al igual que el resto de su familia. Yo, le confieso nunca he estado mejor pero desde que conocí que se convocan nuevos comicios he vuelto a padecer cierta desazón. Estoy en uno se qué que es más un qué se yo. Un sin vivir en el que me pica hasta el escaño desde el que defiendo, con denuedo y osada bizarría, los intereses comunes de la circunscripción por la que resulté electo. No creo que el recibo de esta misiva le haya causado sorpresa ya que, fiel a mi cita, cada cuatro años le importuno con estas letras para que tenga en cuenta que, entre carta y carta; lo único que me preocupa es su bienestar y el de los suyos.   Ya me habrá visto, oído o leído en los distintos medios de comunicación cómo, durante estos cuatro duros años, he vuelto a partirme la cara por sus intereses y a batirme el cobre por el mejor futuro para todos. Ya se que me podrían hablar de las carreteras aun quedan sin terminar, de las much

LA LLUVIA

Leslie es nombre de tormenta tropical. Huracán venido a menos que ha venido a colarse para darle gusto a San Lucas y mojarle los bajos al coso de La Alameda. Nobleza y tradición obligan. Yo antes conocía al Leslie de los Sirex que cantaba, en condicional, lo de tener una escoba y dejar las cosas limpias como los chorros del oro. También a un actor, de apellido Nielsen, que nos hacia llorar de risa en películas absurdas como Aterriza o Agárralo como puedas y en primores cómo Planeta Prohibido dónde salía Robbie el robot. También había unos amplificadores y altavoces Leslie que sonaban a rock and roll primigenio. O Leslie Howard espléndido en la Pimpinela Escarlata.  Estas y otras cosas parecidas se me venían a la cabeza sentado en este poyete papelero mientras veía llover con ese gusto que sólo tenemos los que echamos tanto de menos el agua caída del cielo. Veía llover y mientras leía el periódico que ha terminado hecho un barquito de bolsillos que han hecho navegar mis vecinillos p

HAGAMOS UN TERUEL

Creo que ya no nos queda nada más que IKEA. Habrá que apelar a la marca sueca para que, lo mismo que a Teruel, alguien nos haga caso. Jaén necesita de un representante, de un mánager que coloque nuestras reivindicaciones históricas entre las páginas de su catálogo de muebles y complementos del hogar. Jaén necesita un tren al lado de las ofertas de camas Hemnes. Un ¿para cuando la A-32? subrayando el precio de la estantería Kallax o las facilidades de montaje que ofrece la cómoda Malm flotando en las inservibles aguas de la presa de Siles. No se ría querido lector. A mi me da envidia de como los turolenses han sabido buscarse la vida mediática y hacer de tripas corazón colgando del rosado skyline de Albarracín sus pancartas demandando mejores comunicaciones aunque sea vendiendo cuberterías Förnuft o el demandado sofá cama Friheten. Ya basta de hacernos las víctimas, como dijo el consejero de Empleo el otro día al hablar de las manifestaciones de Linares pidiendo aten

ESTAR EN JAÉN

Estar en Jaén es asumir que los trenes son asunto único de películas y novelas románticas. Mitología hecha de hierro, fracaso, esfuerzo y tesón por alcanzar un sueño. Estar en Jaén es asistir a una eterna caída de la hoja en la otoñada interminable en la que vivimos sumidos. Estar en Jaén es tomarse los viajes sin prisa como las obras públicas y guardarse la mala leche y el legítimo cabreo para cuando lleguen tiempos aún peores. Estar en Jaén es ser paciente, un espectador tranquilo que ve pasar las vacas gordas, tras darse el atracón en estos pastos, para ser ordeñadas en lejanos y ajenos corrales. Estar en Jaén obliga a tener la boca abierta, con  permanente estupefacción, por la colección de obras incompletas que guardan los anaqueles de la hemeroteca. Mandíbulas caídas por el peso de la gravedad de las cosas y de la incredulidad resignada. Estar en Jaén es asistir al despropósito de llenar un pantano en Siles y que no se pueda sacar el agua por falta de tuberías. Estar en Jaén