Se acaba el año. Las cuadrillas de aceituneros se afanan en recoger la cosecha en mitad de este veranillo de San Silvestre. Jornaleros en manga corta y de jornada intensiva. Las cosas cambian y el clima nos está dejando estampas insólitas en este invierno debilucho y acomplejado. Se echa de menos a la escarcha. Esa señora blanca y afilada que poner firme a las hierbas de cunetas y solares abandonados. Los árboles esperan que las heladas pulsen, de una vez por todas, el interruptor y detengan su proceso vegetativo. Los olivos, con estas calores, tienen una sobredosis de viagra. Sus urgencias siguen erectas desde primavera y corren riesgo de, con tanta y tan prolongada rigidez, quebrarse y abortar la cosecha del año que viene. Así andan los olivares acunados por el zumbido de los quads y el ronrroneo de sopladoras y vibradoras que estimulan sus ramas para que dejen caer el fruto. Hace tiempo que los pajarillos desaparecieron huyendo, no se sabe donde ni a cuando, de la batahola d...