No
todo es avance ni modernidad en este mundo acelerado. En algunos casos y en muchas
cosas vamos retrocediendo. Los móviles cada vez son más fijos. Los teléfonos
inalámbricos que tanta libertad e independencia nos prometieron nos han vuelto
a encadenar a la pared. Dependemos del cable y la clave está en la búsqueda de
la clavija universal. Los aparatos se nos quedan sin batería. Apenas me queda
una raya, decimos cada dos por tres, de las seis que indican carga máxima. Los
nuevos aparatos son insaciables consumiendo energía. Nos hacen cargar con el
cargador allá donde vayamos y no hay valla que nos impida llegar al punto
caliente para meternos en vena el chute eléctrico para mantener viva la circulación
de datos, memes, videos de cachorros chorras, líneas de discusión en breviarios que convierten al sonoro: «ese es
un hijo de la gran puta no me junto más con él» en una moñas expresión como:
«ese hp me raya mgllon q le dn always». En cualquier caso somos hijos de
nuestro tiempo y los teléfonos móviles se han vuelto fijos. Han recuperado su
sitio natural junto a la lámpara de la mesilla o la rinconera, vuelven colgar
al lado del almanaque de las carterillas polluelos y del icono de la Virgen del
Perpetuo Socorro. Nuestros teléfonos móviles son tan inteligentes que, en
breve, desarrollan un disco de marcado para dejarse meter la punta del bic o el
parker por el agujero y hacer girar el dial para hacer la llamada que
llamarían: «vuelta al clasicismo o elegante retorno de lo vintage». Pues eso,
que como la cosa siga así, también se recuperaran las operadoras con micro
auricular y clavija para regular el tráfico y las conversaciones: «le pongo, si
Madrid trae retraso. Su conferencia ha sido aceptada a cobro revertido». Será
el no va más mientras los de Google Play nos siguen comiendo los datos con
inútiles actualizaciones de aplicaciones que no sirven para nada: «memoria
insuficiente pero su teléfono está a la última y en las últimas la batería,
busque urgentemente un punto de carga»… voy poniendo punto y final. Voy
recogiendo que ya hace relente sentado en este poyete en el que esta semana he
mirado para otro lado para no tener que contarles que los mismos de siempre irán
renovando las listas electorales, que los partidos se siguen peleando por las
mismas partidas presupuestarias desde hace décadas y que en Palencia, además
del románico ya tienen AVE y eso que lo empezaron después, el tren, que en
Jaén. Hay responsables pero no les llamen que o comunican o están fuera de
cobertura buscando un escaño con enchufe cerca para cargar el móvil.
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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