No
hay nada más triste que una estación vacía. Sola de trenes. Ausente de viajeros.
Llena de esperas perdidas. Andenes de olvidos y de memorias extraviadas. Raíles
de adioses y vías de reencuentros. No ha nada más triste que una estación de
tren varada en ninguna parte. Sitiada de zumaques y de zarzas. Edificios comidos
de jaramagos y amapolas, roídos por la grama y por unas grietas que se
ensanchan con las grietas abiertas por la dejadez y la inacción. Jaén ha
perdido en 20 años el 90 por ciento de los trenes que llegaban o salían de
estas comarcas. Papá ven en tren. Sí niño ¿pero dónde, cuándo y cómo? Las lagartijas
hacen cama entre las vías que se han vueltos verdes de vergüenza. Los que
caminan por ellas se sientan a descansar a y comerse el bocadillo envuelto en
papel de periódicos que siguen anunciando millonarias inversiones para el tren
en la provincia. Que si talgos, que si galgos, que si aves, que si picos de
pato, que si culos de mono, que si alta velocidad, que si velocidad alta. El viento
se lleva los papeles hechos un gurruño. Por los raíles de la provincia es raro
ver a un tren. Casi tan raro como ver a un lince. Un animal que se está llevando más
dinero para sobrevivir que el viejo caballo de hierro. Ahora volvemos a las
andadas electorales. A las andanadas de campaña. Se volverán a rescatar
polvorientos mapas y maquetas hechas de mentiras y engrudo. Volverán a salpicar
sus discursos de avances y adelantos. Mientras la provincia retrocede y se
encoje tanto que hasta un diputado menos le corresponde. De victoria en
victoria hasta la derrota final. El tren es una de esas cosas que ya nos quedará
sólo en las películas y en las canciones. Ver al ferrocarril por los campos de
Jaén es raro, es rara avis. Una avutarda en peligro de extinción mientras que
los expertos discuten si es esteparia o estepárica, la avutarda digo. Los rebaños
sestean a la sombra de catenarias y las casetas olvidadas del guardagujas. No hay
peligro. La mejor cañada real es la de estos caminos que ya apenas se usan. El silbato
del tren es tan sólo un lejano eco que algunos dicen aún se puede oír en los días
de niebla por las campiñas jienenses. No hay nada más triste que una provincia
de trenes vacía. Sola de compromiso. Llena de desengaños y traiciones. No hay
nada más triste que una estación que sólo vende billetes de ida.
En Cataluña dicen que van a cambiar la Navidad por la fiesta de invierno y la Semana Santa por la fiesta de la primavera. Una consejo del Consejo Escolar de la región. Es decir que el popular "caganer" se quedará sin sitio para hacer sus deposiciones ya que en la fiesta de invierno no caben tampoco los belenes. La verdad es que cada día que amanece el número de tontos crece y no paran de buscar agujeros para meter la pata por decreto. Por el momento en los colegios de Jaén está permitido que los chavales se deseen felices Pascuas, pero si la ola catalana prospera de dificil manera se podrá casar ideologicamente la imagen de la alcaldesa socialista entregando, arrobada, su bastón de mando a la imagen de Nuestro Padre Jesús con esta mania de sustituir el crucifijo por una foto del presidente autonómico o a los reyes magos por un vejete con sobrepeso vestido de terciopelo rojo.
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