
Se termina una nueva semana en Jaén con temperaturas históricas, por lo bajas, en un verano que se ha puesto a al altura de la situación economía. Las noches de julio, como las de abril son muy dulces de dormir y la atonía y la quietud estanca la actividad empresarial de esta provincia que se agosta en julio a la espera de que pase algo.
Entre tanto las estaciones de autobuses y las de tren, pocas por cierto y malas, se llenan de los nuevos inmigrantes. Chavales que han cambiado la maleta de cartón y las abarcas por mochilas de marca y deportivas último modelo para irse de aquí a buscarse la vida en otros lugares.
Jaén exporta aceite y mano de obra. No es capaz de asumir estos dos excedentes. Eso sí los que gobiernan dicen que nunca hubo una mejor formación para una generación de jóvenes que ahora generará valor añadido… pero en otros mercados laborales. Aquí en Jaén no hay sitio y eso que cada vez hay menos gente. En la sierra el goteo de viajes sin retorno deja carriles de silencio y en las ciudades mejor comunicadas se aprovechan las autovías para largarse.
Jaén no es sólo granero de votos, es también semillero de mano de obra para otras regiones. Llegará el día en el que habrá más gente de Jaén fuera que dentro. Y luego querrán venderlo como si fuera un éxito de su gestión: “hemos conseguido optimizar la población a niveles racionales”
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