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MILIANDO

Así que tanto mozo había de mis hierbas que los declaraban, esto es real también, a cientos de miles como excedentes de cupo o les buscaban en las radiografías alguna excusa médica para evitar que vistieran de caqui.

Así que poco o nada les puedo contar de quien hacia las guardias en el ejército, ya que nadie que haya hecho el servicio militar dice haberlas hecho ya que todos estaban de chóferes con el general y que siempre iban vestidos de “granito” que era como se llaman a la ropa de paseo y de ringo rango.

Si les digo la verdad yo hice la mili en dos horas. 175 minutos de cola en la que llamaban, de una manera misteriosa, Caja de Reclutas, para que tres militares vestidos de militares constataran que lo yo les decía era verdad… vamos que tenía los pies planos y que mi aportación en un posible ataque por tierra y bayoneta calada sería notablemente patético. Así que decidieron mandarme a mi casa por tres razones: porque tenía los pies planos, ningún porte castrense y porque pertenezco al baby boom. Esa época en España en la que los niños venían de Paris, de Perpignan, Andorra y el Algarve ya que las maternidades no daban abasto.

Tampoco les podré contar nada de los chuscos, el escaqueo, los pistolos, de lo que sisaba el sargento cocina, de las novias temporales que se morían en la capital por tenerte más limpio que los chorros de oro ni de lo que era una retreta.

Así que tocó diana de oído y ni siquiera tengo cartilla militar. Sólo una carta en a que un general juraba por lo más sagrado que el mozo que les habla era un inútil total. Nunca me dio tanta alegría ser total y inútil… pero jamás entenderé el lenguaje del ejercito



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