
Debajo de un montón de confetis grasientos y unos matasuegras que se suicidaron antes de que dieran las doce, rotos por los costuras e hinchados hasta el límite, se esconde media pierna de cordero que tomo las de Villadiego al ver a mi cuñado Manolo esgrimir con arte asesino el cuchillo del pescado contra el plato.
Más allá, entre los cojines del sofá, con más lámparas que el palacio de Versalles y más quemaduras que el cenicero de un bingo, aparecen dos filetes de merluza a la romana que gritan en latin ¡vade retro domine! a la abuela que las ataca con una espumadera de propaganda de la Caixa de Estalvis del Penedés.
Precisamente llegado de esa comarca un par de benjamines de cava brut, con más burbujas que un envoltorio de un flexo de IKEA, se dejan enfriar en el frigorífico en el que lloran, desconsolados la lechuga y el brócoli que se quejan del poco caso que esta familia les hizo en la última noche del año.
El almax gotea del romy y el colutorio de menta polar eructa fragancias a clorofila para limpiar los efluvios del marisco, el caldito de las 4 y las porras con cola cao de hace un rato.
De la tele se escapa la tela de la capa de Ramontxu que se repite más que el aliño del cordero. La repetición de las horas de José Mata tiran del tío de la cara… “despacico” y con buena letra, como su cansino histórico que le espeta a Jorge Javier Vázquez, ¡mascachapas!, que erre que erra sigue con su programa sálvame de luxe GTI, como los polos de los 80. Un programa eterno que lleva dos años en antena con Paz, con Padilla y el baile chuminero. En 4 dejaron de ponerse estupendos en la cuarta a la izquierda, y reponen los mejores momentos de las entrevista de San José en la CNN en la que se asoma el careto del Gran hermano que tiene cara de Mercedes que se ríe de los gafa pasta de la sexta que siguen erre que erre con la gracias que tiene, vaya usted a saber, el Buenafuente que comenzó a ganar dioptrías en Radio Popular de Reus y meter sus Estalvis en la Caixa donde guardé los percebes que ahora no encuentro con tanto espumillón, papelillos de bobones, trozos de turrón que se hizo el demasiado duro y los saltos de unos tipos en mallas en mitad de una nevada en Alemania que huele a vasos de vino derramados y a botellines de cervezas que se sirvieron en la vajilla buena… la que se repone todos los años por estas fechas.
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