Ando esdrujuleando. Buscando palabras con acento en la antepenúltima sílaba. Palabras que le dan pisto al orador novato y reconocimiento al parlanchín veterano. Ando atildado, llamando a la tilde de Córdoba con el gracejo que le hace el termómetro a las gárgolas de sus iglesias y a los pífanos que soplan los ángeles con el arcángel San Rafael.
Ando, digo, de página en página. Mirando palabras con acento en la a de África, ese penúltimo continente en el que los cánticos saben a oxígeno que debe ser lo único gratis que queda en el cántaro húmedo de la vida. Pienso en bolígrafos y en teléfonos bisílabos con kilómetros y kilómetros de cable que como clavículas dibujan las películas de las voces que se esconden en las máscaras de cíclope que nos dan ánimo o pánico. Según venga.
Busco esdrújulas que expliquen esta sensación de pánfilo, crápula, sólido y rústico. Miro a los políticos y les veo la tilde pequeña y aguda y a la política un acento demasiado grave. Se me cuelan acentos circunflejos, cedillas y comas disfrazadas de diéresis en esta víspera líquida de títeres que votan desde las sábanas, eligiendo por catálogo, señalando a los que cuelgan del patíbulo con los párpados cerrados.
Ando tras una esdrújula que explique por qué nos invade el cartílago de lo mediocre, por qué ya nunca se pone verde el semáforo, por qué los tubérculos nos tienen que parecer simpáticos, por qué lo árabe se tiene que contraponer a lo católico y por qué nos llenan de polémicas estratégicas est6os tiempos de penosos espectáculos de espléndidos pelícanos que haciéndose pasar por este pájaro pacífico se vuelven tiránicos y ridículos.
Ando esdrujuleando y veo a la palabra democrática con alopecia, perdiendo el acento que ya se ha vuelto minúsculo casi de súbito, cónico, cómico, hábito hálito…y así con tonos y tónicos acentuándose a sí mismos y cantan una jerigonza: “Pánfilos húmedos y esquizofrénicos suman clítoris cómodamente en los prólogos de la crítica magnífica que los ácidos y cárnicos vientos mueven las alas de los ánades, que, como cardúmenes en los pérfidos labios lésbicos mueven los sismógrafos” .
Ando, digo, de página en página. Mirando palabras con acento en la a de África, ese penúltimo continente en el que los cánticos saben a oxígeno que debe ser lo único gratis que queda en el cántaro húmedo de la vida. Pienso en bolígrafos y en teléfonos bisílabos con kilómetros y kilómetros de cable que como clavículas dibujan las películas de las voces que se esconden en las máscaras de cíclope que nos dan ánimo o pánico. Según venga.
Busco esdrújulas que expliquen esta sensación de pánfilo, crápula, sólido y rústico. Miro a los políticos y les veo la tilde pequeña y aguda y a la política un acento demasiado grave. Se me cuelan acentos circunflejos, cedillas y comas disfrazadas de diéresis en esta víspera líquida de títeres que votan desde las sábanas, eligiendo por catálogo, señalando a los que cuelgan del patíbulo con los párpados cerrados.
Ando tras una esdrújula que explique por qué nos invade el cartílago de lo mediocre, por qué ya nunca se pone verde el semáforo, por qué los tubérculos nos tienen que parecer simpáticos, por qué lo árabe se tiene que contraponer a lo católico y por qué nos llenan de polémicas estratégicas est6os tiempos de penosos espectáculos de espléndidos pelícanos que haciéndose pasar por este pájaro pacífico se vuelven tiránicos y ridículos.
Ando esdrujuleando y veo a la palabra democrática con alopecia, perdiendo el acento que ya se ha vuelto minúsculo casi de súbito, cónico, cómico, hábito hálito…y así con tonos y tónicos acentuándose a sí mismos y cantan una jerigonza: “Pánfilos húmedos y esquizofrénicos suman clítoris cómodamente en los prólogos de la crítica magnífica que los ácidos y cárnicos vientos mueven las alas de los ánades, que, como cardúmenes en los pérfidos labios lésbicos mueven los sismógrafos” .
Comentarios
Saludos desde Jaén.
Un abrazo.