
Incluyo en esta bitácora la firma invitada del periodista Juan Armenteros. Un artículo que se puede leer, junto a muchos otros, en su bitácora personal con la que este diario está enlazado.
Que ustedes lo disfruten.
El dinero definitivamente ha invadido la política. No es de extrañar puesto que se me antoja el único don venerado y deseado por casi toda la sociedad. Los profesionales de la res pública han dicho: si es lo que todos quieren, ¡eureka! se lo ofrezco y me apoyan. Como sólo lo que antaño se consideraba vil metal ahora interesa, los aspirantes a cargos están dispuestos a comprarnos. 2.500 euros para nacer, 200 euros para alquilar, 6.000 euros para estudiar… y además dos huevos duros, que dirán los demás partidos. Temo que en la campaña electoral se arrincone cualquier otro valor que no sea el dinero, temo que las elecciones se conviertan en un mercadillo donde todos griten: ¡vamos niña a los calcetines a euro! ¡Tengo las camisetas a dos euros! ¡To barato! ¡Que barbaridad convertir la democracia en una plaza de mercaderes! Lo más preocupante para mí es que cada vez me interesa menos hablar de dinero. Aún comprendiendo que para poder vivir es imprescindible la pela (o mejor el euro), cada vez estoy más convencido de que cubiertas ciertas necesidades, llamémosle básicas, no me interesa ampliar capital. Me siento extraño porque voy contra el devenir de los tiempos en los que parece que sólo se aspira a que toque la lotería, la bonoloto o el cupón de la ONCE. No me interesa. No soy más feliz cuando tengo más dinero, sino cuando tengo más amor o más amistad. Valores imposibles de comprar. Si los políticos sólo están dispuestos a camelarme con dinero, apaga y vámonos. De ellos no pretendo que me ofrezcan una limosna, sino que administren equitativamente el dinero público, que lo inviertan en bien de la sociedad y no en beneficio propio o en el de los suyos. Pero me temo que por ahí no van los tiros.
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