Menos
mal que nos queda la lotería. Alejados como estamos de las grandes vías de
comunicación. Las calzadas romanas que nos conectaban al mundo conocido han
quedado olvidadas sepultadas por olivares y capas de incompetencia histórica.
Menos mal que nos queda la lotería. Los bombos son los únicos que dan suerte a
este paisanaje. Lo último fue en Pegalajar el otro día. Un zasca lotero de 600.000 euros de vellón
procedentes del sorteo nacional, que una vez descontada la mordida del sheriff
Montoro, habrán servido para alegrarle la vida a los afortunados. Con menos
dinero la Junta se saca un par de notas de prensa diciendo que siguen
impulsando la economía local con su política
del azar, azahar dinerario y del estipendio público, trances de bolas, bombos y
números floridos. Ya puestos a vender.
Tampoco se quedan cortos en el otro gobierno, central lo llaman algunos con tal
de no llenarse la boca de la eñe de España, son capaces de pasar como inversiones
las pensiones (palabras ambas con terminación premiada) de los jubilatas
comprovincianos. Se redactan ampulosos comunicados con su pompa y filigrana de
cenefa oficial y escudo en campo de gules y escarcha. Documentos en los que se
relatan los desvelos de tan principales personas para que las pagas se paguen
en cajas y bancos.
Pero
si la lotería nos da alegrías los pájaros nos dan cosica y grima. Por lo menos
a los vecinos de una céntrica y recoleta plazuela jaenera invadida de negros
grajos que han convertido a Jaén en una nueva Bodega Bay y en su puerto a la plaza
Los Rosales. No me sorprendería que al caer la noche se hiciera presente en
carne y chanel mortal, taconeando, la Tippi Hedren con una jaula llena de
agapornis. Mientras el alcalde, a lo Rod Taylor, esquiva picos y patas de la
oposición en la precaria posición, posado en una quebradiza rama, que le
dejaron en las cuentas para intentar dar una solución a los daños causados por
la bandada de grajos. Pajarracos ostentóreos, de pluma negriazulada, y
estentóreos, batahola de graznidos y sueltos del ojo del orto que lo dejan todo
perdido con sus líquidas deyecciones. Cagado y sucio. Limoso. Tal y como si
fueren (mejor usemos el pretérito imperfecto del subjuntivo para humanizarlos
un poco) que miembros de algunas de nuestras numerosas gobernaturas que siguen
sin darse por aludidos antes los miles de paisanos que les pidieron
explicaciones en Linares por lo de ser la comarca con más paro de España ni
tampoco por esos otros cuantos miles de vecinos que este fin de semana llenaron
las calles con pancartas en las que pedían una sanidad pública digna y de
calidad. Apenas han conseguido un par de notas oficiales de acuse de recibo de
la manifestación. Otra cosa hubiera ocurrido si en la cabecera de la manifa se
hubieran redactado asi los carteles y pasquines: «Per una sanitat pública de
qualitat». Menos mal que nos queda la lotería. A ver si los suertudos de
Pegalar se pagan unos biscúteres
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