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¡ESTÚPIDOS ES EL AGUA!




Bueno más bien (mal) la falta de ella. El agua. No llueve lo suficiente. Más que declaraciones unilaterales de independencia ya deberíamos estar ubicados en la fase de rogativas. Hay que ir calentando el banquillo de los San Lucas y San Isidros y demás santoral popular para sacarlos a los resecos surcos y que hagan lo suyo. Que llueva  que llueva la Virgen de la Cueva. Qué caiga un chaparrón que se hunda la estación. Total para qué la queremos (la estación) si no tenemos un tren al que echarle la maleta. Que lo pajaritos canten que las nubes se levanten y que los presupuestos se gasten en esta tierra sedienta de chubascos e inversiones. Chiquito de la Calzada, ojalá se recupere pronto, debería hacer su paso de señor Miyagui en lo alto del muro de la presa de Siles. ¡No puedo! ¡No puedo! se excusan a dos voces, los de las cuentas públicas (Junta y Gobierno) como caricatos desviando la atención con sus chistes y acertijos. Mientras el  cielo es cada vez más hostil al chaparrón. Más lejano y más alto como el de Sabina y preñado de negros borrones de olvido como el de Hilario, Camacho. Un embalse como un botijo lleno de agua y sin pitorro para poder beber de él. ¡Cobardes de la seca pradera olivarera! Ya hay un pueblo con los grifos cortados, Arroyo del Ojanco, de ocho a ocho. Horario de media jornada completa. No será el último si las borrascas nos siguen eludiendo como eluden el problema aquellos que tienen que adoptar medidas. Si les mientas a la pertinaz sequía se envaran como si les hubieran metido la puntita del 155 por detrás. A los catalanes tampoco les llueve. La independencia sí es de las isobaras. Esta sequía nuestra cómo de Pascual Duarte y su malogrado perrillo la tenemos entreverada en los pulsos. Madrid y Barcelona también están en mitad del campo. De este campo reseco y polvoriento. Machadiano paisaje de «una larga carretera entre grises peñascales, y alguna humilde pradera donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales». Cómo el solar de la ciudad de la Justicia que acaba de perder su destino. Que injusticia para esta ciudad. Décadas de espera para que ahora el granizo de lo inconveniente malogre la cosecha de titulares y visitas de ilustres personas a este páramo vallado que vuelve a ser anónimo. Si acaso hogar de charcos para cuando regrese algún coleccionista de momentos únicos como la lluvia emborronando los perfiles de este horizonte tan cercano y próximo. Peñas Arribas y laderas abajo el recuerdo de los arroyos apenas mantiene la memoria de la densa humedad alimentando, mineral y primigenia, a los regatos y manantiales. Hoy secos lagrimales de tanto llorar en piscinas privadas y en el derroche de nuevos ricos. ¡Estúpidos es el agua!

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