Me
niego a aceptar esa imagen de país rancio y apolillado que algunos dibujan para
perfilar su paisaje político. Me niego a seguir aguantando que me tachen de
subsidiado y duermesiestas para mecer el sueño delirante de unas élites. Me
niego a que se siga pensando que me levanto temprano cada mañana para robarle
el sustento a otros paisanos. Me niego a creer que todos los que enarbolan la bandera
de su país sean unos fascistas y unos enemigos de la democracia. Me niego a ir
detrás de unos tipos que se encaminan al precipicio provistos de paracaídas
personal. Me niego a comprar la mercancía averiada que venden en puestos y
esquinas sobre unas regiones pazguatas y atrasadas que no existen si no para
robarles el brillo y el desarrollo a otros territorios. Me niego a tragar con
eso de que por nacer más o menos arriba de un mapa eres mejor o peor persona.
Me niego a cruzar ríos para que se agiganten las orillas y en lugar de ser
aguas que unan aíslen. Me niego a seguir soportando las mentiras históricas
para que sigan construyendo verdades alternativas. Me niego y reniego de
aquellos que levantan muros con los ladrillos de la ignorancia colectiva. Me
niego a depositar mi fe en los que prometen paraísos terrenales sin tener que
trabajar ni sacrificarse. Me niego a soportar a esta nómina de predicadores y
oradores admonitorios que hablan de una realidad oscura y medieval en la que se
dicen que vivimos. Me niego a creer que las porras de la policía discriminen
cráneos por acentos y partidas de nacimiento. Me niego a que nos sigan tomando
por el pito del sereno y nos saquen montados en el burro y con el sambenito
para quemarnos, cada cierto tiempo, en la pira hecha con leños del PER. Me
niego a pensar que las personas no sean iguales ante la ley. Me niego a
renunciar al patrimonio histórico, artístico, emocional y sentimental de una de
las naciones más antiguas del mundo. Me niego a perder esas posesiones comunes.
Me niego a ganar en encono, en resquemor y en enojos. Me niego a atesorar afrentas
y odios pueblerinos alentados desde lujosas oficinas. Me niego a que no se
acepten, como yo lo hago, otras creencias, conciencias, docencias,
consecuencias, ciencias y pertenencias. Me niego a seguir cerrando los balcones
y ventanas a los demás levantando tapias y verjas donde nunca las hubo. Me
niego y me resisto a que escondan la realidad de un pueblo abierto,
hospitalario, sacrificado que se ganó la democracia renunciando y concordando
de manera abrumadoras un marco de convivencia. Me niego a las asimetrías
geográficas y ciudadanas. Me niego a que
nos instalen en supremacías raciales, lingüísticas, religiosas y culturales. Me
niego a seguir escuchando mentiras bordadas en colores partidarios. Me niego a
asumir que el rojo y el amarillo sean mejores si están en determinados
equilibrios en un trozo de tela. Me niego a renunciar a mi derecho de ser
ciudadano español sin que ello me incluya, de manera obligada, en un grupo de
violentos represores de extrema derecha. Me niego a seguir teniendo amigos sin
apellidos regionales. Me niego.
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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