Se
extiende esa manía de no llamar a las cosas por su nombre. Mala costumbre en la
que incurren, sobre todo y por ello mucha más gente que los sigue y pelotea, nuestros representantes públicos
para evitar llamar al pan, masa de harina de trigo, agua y sal cocida, pan y al vino, zumo fermentado de la uva de diferentes
gradaciones alcohólicas, vino. Viene esto a cuento porque el otro día sus señorías
decidieron aprobar la reforma de la ley de cooperativas en Andalucía y lo más
llamativo era que el número mínimo para constituir una cooperativa pasaba de
tres a dos personas, pero no personas cualesquiera. Deberían ser personas
socias según el texto legal. Yo que creía hasta ahora que las personas podrían
ser malas, buenas o regulares dentro de los ámbitos físicos y jurídicos. Estaba
muy equivocado; yo mismo me convertí en persona errada que no herrada; las
personas cómo ustedes o yo pueden ser ahora otras muchas cosas. Basta con sobrecargar el lenguaje con
florituras y filigranas innecesarias aunque sean correctas políticamente. Uno si
se pelea no le espeta al contrincante:
—Es
usted una persona hija de mujer pública ocupante de un habitáculo ubicado en un
inmundo lupanar.
No,
porque antes de que terminemos de pronunciar el insulto el susodicho, o persona
insultada, se ha marchado dejándonos con un palmo de narices o ha tenido tiempo
de partirnos la boca
—¡Hijoputa!
Así
sin la preposición para darle más énfasis. No será tan políticamente correcto
como el primero pero mucho más efectivo. Es mejor. Dónde se ponga un exabrupto
cómo ¡cabrón! que se quite persona coronada con los atributos del macho ovino
Pero
aún siendo personas educadas no es bueno caer en esa extravagante moda de
liarse con las palabras como le ocurrió a un alto preboste al que debía
chirriarle algún relé interno para no decir: irse de botellón o de farra, lo
cambió por el aséptico e impersonal: proceso de ocio juvenil. Con un par. Jóvenes
y jóvenas en pleno desarrollo de sus procesos de ocio o lo que diría mi abuela:
lo quieren irse al pajar a la coyunda pero sin malicia ninguna. Pero ya puestos
a seguir el neolenguaje que nos invade tendríamos que decir personas coiteras o
personas que hacen el coito porque lo que si es intolerable es decir o
escribir: personas folladoras. Un lío del montepío amigo mío de cada lunes. La individualidad
tan personal, tan única, intransferible y tan nuestra la quieren diluir y
convertirnos en personas clientes, personas en cola, personas paradas, personas
consumidoras, personas gobernadas, personas subvencionadas, personas
espectadoras, personas pacientes, personas colectivas, personas emigradas,
personas inmigradas, personas electas, personas votantes. Personas espectadoras,
personas circulantes, personas contrarias, personas adeptas, personas
creyentes, personas ausentes, personas presentes.
Se
ocupan tanto de las clases de personas que ya no tienen tiempo de ocuparse de
las personas que son sólo personas
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