El
campo se ha llenado de máquinas. La ruralidad ha ido pereciendo ante la mecanicidad
que lo ha ido invadiendo en los últimos años. El canto de los chichipanes, cuínes
y jilgueros ha sido sustituido por el siseo de tubos de escape y el graznido
ronco de sopladoras y cuads. Los tractores son más numerosos que las ginetas o
los lagartos en las campiñas olivareras, Los únicos insectos palo que quedan
son las vareadoras neumáticas. Las boinas
y gorrillas de visera han desaparecido de la testa de los agricultores. Ahora gafas
de realidad aumentada, drones y aplicaciones agroinformáticas son las que
marcan lindes, perfilan padrones y el pellizco justo de cobre o nitrógeno que hay
que poner en los troncones. El campo ya no es lo que era. Ya es lo que será en
el futuro. Poca gente, mucha producción. Jornaleros de smarfones y vareadores
del big data para extrapolar producciones, rendimientos grasos y estado del
fruto. Las cuadrillas ya no cantan aceituneros del pío pío ¿cuántas fanegas habéis
cogío? Teclean en las tabletas y aipades horas, kilos, niveles de humedad y
grados de erosión. Tampoco ya se cantan al cruzarse por los caminos camino al
tajo, ¡¡¡meooones, meooones, meooones!!! en sana rivalidad de grupo aceitunero.
Si acaso intercambiaran güasaps y memes mofándose de la gilipollez del día. Ahora
la cosecha se hace temprana, extra temprana y madrugante. Lo de parar a fumar a
las doce… un delito casi. Los manigeros ya no vigilan diciendo a los aceituneras
«vamos nenas con las dos manos que con una amarga (el aceite)». Ahora son
políticamente correctos, eficientes y profesionales «aceituner@s no hay que
mezclar las del suelo con el vuelo. Tenedlo presente todos y todas y que la que
quede para los zorzales y zorzalas que hay que cuidar la biodiversidad». Tampoco
se paga a diario en casa del dueño de la finca. En lugar del sobre de papel manila
te hace una transferencia por la ruralvía y santas pascuas. Las campañas se han
reducido en su duración y en menos de dos meses la aceituna ya está molturada. Así
ya no da tiempo para nazcan romances en los tajos. No hay tiempo y tampoco hay
casi mujeres ya que han sido desplazadas del campo por las máquinas y los
hombres que las manejan. De los doce millones de jornales que se ganaban los
jienens@s en cada campaña olivarera hace unos años se ha pasado a tan sólo seis
millones en la actualidad. El olivar se ha hecho más pequeño y las cuadrillas
de jornaleros también. Ya nadie canta lo de «esta noche ha llovido, mañana hay
barro, esta noche ha llovido, mañana hay barro, pobre del carretero que va en
el carro», pero menos mal que suena en el spotifai del tractorista cada mañana
por los carriles y camino del tajo. Al menos eso nos queda. Que se dé bien y buena cosecha
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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