No
sé si me pesan los años o el hastío. Vuelve Perico a girar el torno y la
borrica a dar vueltas a la noria de esta realidad jaenesca presa en la cinta de
Moebius. No paramos de andar pero siempre estamos sobre la misma superficie, el
mismo carril, no llegamos a ningún sitio. Es una briega constante cómo nadar en
un bol de mantequilla espesa. Es estar hasta los güevos de dar pedales y
descubrir que la bicicleta es estática. Así seguimos. Así nos va. Yendo y viniendo
en esta máquina del tiempo en el que se ha convertido los titulares de la
prensa diaria. Viaje alucinante a la repetición, sufriendo el amarillo
ictericia de la iteración, de esta moviola que proyecta, sin solución de
continuidad las mismas imágenes.
A
lo no hecho me remito y sus hechos inconclusos como las tuberías para sacar el
agua de la presa de Siles ¿las tienes que hacer tú o las tengo que hacer yo? En
cualquier caso lo único invariable; como en el universo la constante de la
velocidad de la luz; es que esas obras las vamos a pagar los ciudadanos con
nuestros impuestos. Así que por qué no las hacen de una maldita vez y dejan de
mirar hacia otro lado mientras se pierden las aguas del Guadalimar por ese
desagüe de la incapacidad que exhiben para no ponerse de acuerdo. Vendrán
tiempos de sequía y arreciaran las lluvias de las críticas y se quejarán de la
llegada de los bocachanclas, de los populistas y de los salvapatrias.
Entenderíamos
que si el dinero para hacer la presa de Siles y sus tuberías saliera de sus
bolsillos que se hagan, como lo hacen ahora, los remolones y se largaran a mear
a la hora de pagar a escote la cuenta de la obra. No nos resultaría para nada
raro que si los fondos para cargar las pilas del tranvía fueran con cargo a las
cuentas corrientes de sus señorías se pelearan hasta el último aliento para no
aflojar la cartera. Pero no son estos los casos. Aquí los que abonamos las
consumiciones somos nosotros. Somos las partículas elementales de este
universo, somos los que pagamos, somos las cuerdas que vibran para que la
realidad salga de este bucle de aburrimiento en el que no están hundiendo.
Debemos de darles un buen par de collejas, virtuales, para que se distraigan de
ese choque de frases hechas a cámara lenta, de las acusaciones desgastadas de
tanto usarlas, de ese hastío argumentario de partido, del tejido de este tapiz
brumoso para tapar mediocridades y mediocres, de las nubes de humo que no
remontan vuelo. Ya va siendo hora de recordarles que la pasta es nuestra y que
por lo tanto se la tienen que gastar en nuestro beneficio, que es el de todos.
Ya no serían soportable otros siete años de discusiones sobre las tuberías en
Siles, de dónde se hace un centro de salud o a qué destinamos un solar… ya está
bien. ¡Hagan el trabajo! Rompan la banda
de Moebius de una vez por todas
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