Transía.
Así se ha quedado la provincia después de que se apagaran los últimos ecos del
final de fiesta de la democracia.
Fiestuqui que comenzó el 24 de mayo y terminó con la resaca en la que amanecieron,
sumergidos, los candidatos que celebraron la victoria con el grito de: ¡UN
PALO, UN PALO! Mientras alzaban por encima de las cabezas la vara de mando de
la alcaldía. La misma vara que usaran para medir cuán es capaz de doblar la
raspa la oposición para que bailen, durante los próximos cuatro años, el limbo
rock.
Así
que ya tenemos nuevos ayuntamientos con muchas viejas caras. Nuevos alcaldes
que ya son antiguos conocidos y vetarnos que rejuvenecen con el bisturí del
cirujano del sufragio y la anestesia de la mayoría suficiente. También tenemos
nuevos opositores, aún con el ceño fruncido y la miel del poder como un
recuerdo en los labios. Hay caras y cosas nuevas en las viejas casas
consistoriales en la que los asuntos acumulan polvo, años e incompetencia. Así
que, terminada la celebración, el trofeo debe volver a la estantería. Hay que
dejar de dar vueltas al campo para recibir la ovación y los pitidos de la
afición, siempre división de opiniones en los gobernados. Afición que ahora se
vuelve consensuada exigencia para arreglar los problemas y no agravarlos.
Basta
abrir uno de los cajones del despacho del burgomaestre para ver que el asunto
no mejora. Que la cosa no chufla. Que el tema está detenido y el motor de la
economía no pita. Que sigue, testarudo y obcecado, en vía muerta, como el
tranvía de Jaén a la espera de que llenen sus vagones de responsabilidad. Entre
titulares de mayoría, sillones gobiernos, desalojos, pactos y acuerdos se
cuelan los titulares de las malas noticias. Los gestores de la cosa pública deben
evitar quedar en entredicho por más de 67.000 personas que les siguen enseñan
el cartón del paro. La gente ya ha vuelto a sus casas después de festejar la
victoria o tragarse la derrota de sus colores. La provincia ha quedado transía
y se detiene poco a poco, como un tranvía subiendo una cuesta demasiado
empinada. Los que acaban de llegar a la sala de máquinas deben ponerse a
trabajar
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