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SILENCIO




El silencio se asienta sobre el polvo ceniciento. El rastro de las llamas ha dejado mudos a los barrancos y a los escarpes. Secas y grises a las ramblas. Callados a los llanos y a las lomas veteados de jaras, de  esparto y de troncos que ahora dan una sombra alargada y rota, como de osamenta, como de perro flaco y moribundo. Todo ha quedado silencioso tras el puñetazo sordo y hondo del paso del fuego. El sonido se ha marchado, fue arrancado de cuajo, en la cresta de una ola de destrucción y caos. El silbido de las piñas estallando en las copas. El lamento agudo e hirviente del aire, al salir, desgarrando las cortezas de los árboles. La resina supurando y convirtiéndose en vapor Los bufidos agónicos de los animales entre la humareda. El estallido de las rocas por el calor. El olor a carne y a madera quemada. La peste del bosque muerto. El murmullo de la desolación roto por los gritos de los hombres que dan o reciben órdenes a la luz de una enorme tea. Una antorcha gigante que se bebe el agua que le cae desde los ingenios aéreos. Titánicos esfuerzos para derruir una pared ardiente en la que rebotaban los ecos de los motores de las bombas y de las máquinas. Un silencio que avanza por el monte sucio y gris de humo y de pérdida. Callada y triste es la mirada de los vecinos que se asoman al balcón de lo arrasado por las llamas. Mudo es su grito de impotencia, ribeteado de noches de insomnio y de radio y de preguntas sin respuesta. Silencio de los que siempre han hablado tanto y a los que el muro de pavesas y la cercanía del infierno real ha dejado sin palabras. Silencio en los despachos y calladas oraciones en los que fueron evacuados de sus casas. Ruegos de los que veían recortarse los campanarios en las danzantes sombras que dibujaban las llamas, ominosas, acercándose. Jaén ardiendo por culpa de un rayo, ese que no ha cesado en siete días. Cuando se disipe el humo y los últimos camiones regresen. Cuando se recuenten las perdidas y se mida la profundidad real de la herida. Cuando se desmantelen antenas y cables. Cuando llegue ese momento habrá que romper el silencio y que los mudos hablen y expliquen lo ocurrido.

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