
Las vallas quedaron abandonadas a su suerte, el viento de la crisis las dejó peladas, apenas las cubrían unos harapos de antiguos comercios que vendían griferías mono mando o rebajaban los chándales a precios insospechados. Las vallas se dejaban mecer por el viento de Jaén, áspero y sin tregua, mientras los jaramagos crecían a sus patas.
Pero la primavera publicitaria ha llegado para reverdecer los brotes de aluminio y poner hojas donde antes sólo había sarmientos de hierro con orín. La savia vuelve a circular entre las raíces de las agencias de comunicación y las ramas del aire mayuno que ya se olisquea como grano de polen.
Además, quien brota primero dicen que brota dos veces.
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