Hasta no hace mucho tiempo uno pasaba por la puerta de una caja de ahorros y era asaltado por varios comerciales de la entidad financiera, que con estilo agresivo, te ofrecían el oro, el moro, el 100% de la hipoteca y hasta lo suficiente para comprar una motocicleta para fardar por el paseo marítimo de Benalmádena en unas vacaciones de ensueño con lo que sobró de la operación crediticia. Pues bien… lo que antes eran facilidades ahora se han convertido en rudas negativas, obstáculos insalvables y barreras infranqueables. Vamos que hemos pasado de los cariños del interventor a que no nos hable ni el becario de la caja.
Si amigos, los que antes con tanta alegría daban y empujaban al currito a entramparse de por vida, y con las comisiones ir renovando el Emidio Tucci cada temporada, ahora nos culpan de ser unos imprevisores, unos manirrotos y unos cenutrios que nos metimos en una casa tan cara sabiendo que no íbamos a poder pagar la letra. Así que ahora hay que apencar con el protesto y el embargo.
Y se quedan tan panchos y tan anchos. A lo suyo, fusionándose o dejándose intervenir. Ajustándose el nudo de la corbata al calcular comisiones, intereses y TAE para seguir apretándonos la correa, porque el cinturón de piel ya lo tuvimos que devolver porque la tarjeta ya no da crédito y nosotros tampoco al ver a estos tipos gestionando la cosa…
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