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LA LLUVIA


Leslie es nombre de tormenta tropical. Huracán venido a menos que ha venido a colarse para darle gusto a San Lucas y mojarle los bajos al coso de La Alameda. Nobleza y tradición obligan. Yo antes conocía al Leslie de los Sirex que cantaba, en condicional, lo de tener una escoba y dejar las cosas limpias como los chorros del oro. También a un actor, de apellido Nielsen, que nos hacia llorar de risa en películas absurdas como Aterriza o Agárralo como puedas y en primores cómo Planeta Prohibido dónde salía Robbie el robot. También había unos amplificadores y altavoces Leslie que sonaban a rock and roll primigenio. O Leslie Howard espléndido en la Pimpinela Escarlata.  Estas y otras cosas parecidas se me venían a la cabeza sentado en este poyete papelero mientras veía llover con ese gusto que sólo tenemos los que echamos tanto de menos el agua caída del cielo. Veía llover y mientras leía el periódico que ha terminado hecho un barquito de bolsillos que han hecho navegar mis vecinillos por el arroyo de las aceras hasta que lo perdieron al llegar a puerto alcantarilla. Sus risas y sus correteos merecieron la pena mientras las cloacas se tragaban los titulares de la jornada: «Encargó desde la cárcel de Jaén cortar las piernas a su expareja y ahora le piden dos años de cárcel», «La Policía avisa de 'gorrillas' por la feria y pide no pagarles», «Una marcha reclamará el arreglo de la carretera Villacarrillo-Mogón», «El Jaén Paraíso Interior FS paga sus errores con un empate en casa del Aspil Vidal», «Aviso amarillo en Andalucía por tormentas y fuertes vientos ligados al huracán 'Leslie'»  o «Chilluévar coge un pellizco de la Lotería Nacional».
Asuntos de casi todos los días que tendrá continuidad en el ejemplar que hoy tienen usted en sus manos y en el que se insiste en ese inconsciente centralismo ferial de creer que cuando es fiesta en la capital lo es en todos los demás lugares. Aunque haya quien me dirá que esa es una de las mejores maneras de hacer de San Lucas la feria de todos que cierra España. Un asunto este para meditar mientras miro caer la lluvia y rememoro los dorados años de casetas y holgados presupuestos en los que, mil y una organizaciones muchas de ellas ya desaparecidas en el marasmo de la mala gestión y la crisis, convidaban a generosos ágapes y se dejaban fotografiar en grupo brindando a la cámara. Comercio del gesto y del símbolo del poder de la convocatoria de los poderosos del momento que se dejaban retratar en carruseles y coches de choque. Líderes que se aflojaban el nudo de la corbata y lucían casuales y cercanos flotando entre un mar de sombrerillos de paja y abanicos de propaganda. Memorias coloridas del ferial y los feriantes de San Lucas que han vuelto a sacudirse por las nubes en forma de montera que se caló Jabaculz. Montera que por mor de la modernidad pasó a ser una tormenta tropical llamada Leslie que ha llenado este y otros periódicos de titulares y noticias y ojalá haya servido también para rellenar los embalses y pantanos de la provincia. Pronto este periódico se irá por el sumidero o acabará enhebrado en un alambre para limpiar los alivios en el retrete de un cortijo. Puede que su final sea ser reciclado en un folio A-4 o colocado en la jaula de un canario para recoger las cáscaras de alpiste. Los periódicos, como las ferias, como los días pasan sin que nos demos cuenta salvo que nos espabile el refrescante chaparrón, la revitalizante sensación del agua en la cara y el cantarín gorgoteo de los canalones acompañando el murmullo color de otoño de la ciudad

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