Tres
más dos nunca sumarán cuatro. Si se sigue repitiendo esta operación de manera
insistente el resultado seguirá sin ser cuatro por mucho que lo digan en
mítines dominicales, tertulias televisivas y titulares de prensa y radio. Pero
la realidad se la suda a estos tipos que se siguen topando como carneros en
celo e inisisten: tres más dos son cuatro. A la vista está que su incompetencia nos
llevará a darnos otro chapuzón en las aguas de las urnas allá por el 26 de
junio. El problema es que tendremos que elegir entre los mismos que juran por
su conciencia y honor que si coges tres gatos y dos perros y los metes en una
bolsa tendrás sólo cuatro animales. Ni los maullidos, ladridos, gañidos y
arañazos les harán cambiar de opinión: 3+2=4. Estamos en la paradoja de Fermi.
Cuántas más posibilidades de que exista vida inteligente fuera de nuestro
planeta tierra existen más posibilidades de que nunca encontraremos pruebas de
su existencia. Ahí estamos con los
mismos que han fracasado diciendo que los mismos que lo hicieron haciendo lo
mismo obtendrán un resultado distinto. En este Jaén tenemos experiencia sobre
este fenómeno. Desde hace años estamos afectados por la paradoja de Fermi:
cuánto más se habla de hacer un proyecto más se tarda en hacerlo realidad. Me
da pereza darles ejemplos y y vergüenza recordar las heridas que las mentiras
nos han dejado. Basta señalar que en estos tiempos de fibra óptica, para
regular el goteo para regar los olivos, de drones para mensurar las fincas y
acotar lindes, en toda la provincia no exista un palacio de los deportes
que pueda albergar competiciones de alto nivel. Las cosas van tan de puta madre
que la provincia es una Invernalia demográfica que sigue perdiendo vecinos que,
hartos de vivir felices se marchan a otro lares en busca de la infelicidad de
poder ganarse la vida trabajando. Los padrones y madrones de la estadística así
lo señalan. Al final los jienenses somos como la familia que habita en la
paradoja de Abilene y que no es otra que la que relata lo sucedido en una
calurosa tarde en la ciudad de Coleman. Allí una familia compuesta por suegros
y un matrimonio está jugando al dominó cómodamente a la sombra de un pórtico.
Cuando el suegro propone hacer un viaje a Abilene, ciudad situada a 80 km., la mujer dice: «Suena
como una gran idea», pese a tener reservas porque el viaje sería caluroso y
largo, pensando que sus preferencias no comulgan con las del resto del grupo.
Su marido dice: «A mí me parece bien. Sólo espero que tu mamá tenga ganas de
ir.» La suegra después dice: «¡Por supuesto que quiero ir. Hace mucho que no
voy a Abilene!». El viaje es caluroso, polvoriento y largo. Cuando llegan a una
cafetería, la comida es mala y vuelven agotados después de cuatro horas. Uno de
ellos, con mala intención, dice: «¿Fue un gran viaje, no?». La suegra responde
que, de hecho, hubiera preferido quedarse en casa, pero decidió seguirlos sólo
porque los otros tres estaban muy entusiasmados. El marido dice: «No me
sorprende. Sólo fui para satisfacer al resto de ustedes». La mujer dice: «Sólo
fui para que estuviesen felices. Tendría que estar loca para desear salir con
el calor que hace». El suegro después refiere que lo había sugerido únicamente
porque le pareció que los demás podrían estar aburridos. El grupo se queda perplejo
por haber decidido hacer en común un viaje que nadie entre ellos quería hacer.
Cada cual hubiera preferido estar sentado cómodamente, pero no lo admitieron
entonces, cuando todavía tenían tiempo para disfrutar de la tarde.
Cambie
el lector el viaje a Abilene por el 26 de junio. Parajódido. Hasta la semana
que viene
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