Jaén sólo parece tener pasado. Es una afirmación que hay que tener que presente ante el futuro que se nos acerca. Esta es una provincia en la que las cosas pasan de largo. Como las caravanas y los atascos llenos de turistas que van y vienen dejando como recuerdo un reguero de botellas de agua vacías, bolsas arrugadas y pañuelos de papel en las cunetas. Guirnaldas de desechos que fueron dejando los que, buscando la playa, se toparon con el mar verde de olivos hasta que se habilitó el carril reversible. Collar de automóviles que pende del cuello de botella del desfiladero.
—mira papá cuántos árboles allí abajo
—eso son olivos. Así que ya estamos pasando por Jaén
—¿y donde está Jaén?
—por allí entre los árboles… pero sube la ventanilla que la cola parece que ya se mueve.
Mientras Jaén se queda quieta. Como los cientos de fábricas y talleres que acallaron sus chimeneas. Hitos en el camino que puntean el pasado minero de sus comarcas en los pozos del INEM. Historias de riquezas repentinas y sirenas marcando los turnos de los trabajadores. Pasado de cabrias y vagonetas que luego fue de motores y parabrisas. De cerámica y de ladrillos. De maderas y de muebles. De liderazgos políticos y sindicales que han ido encallando por la falta de profundidad de las aguas en las que navegan. Escorados sin remedio y genuflexos ante lo que manden y venga.
En La Carolina los balcones y ventanas se están llenado de lazos amarillos. Uno por cada joven que se ha tenido que marchar. Éxodo obligado en busca de la tierra prometida ya que las promesas que les hicieron en sus ciudades no se ha cumplido. En un futuro próximo uno de esos jóvenes se convertirá en un nuevo Sabina que hable de viejos trenes que no iban a ninguna parte y de tranvías fosilizados por la cabezonería jurásica de neandertales y cromañones.
Las casas de Jaén fuera de Jaén son cada vez más numerosas. Hay tantas que ya dan para un barrio completo. Como sigamos así habrá más gente fuera que dentro de la provincia. Una provincia en la nube. Como los programas de Internet. Un cástulo informático. Un yacimiento de jóvenes con la J mayúscula que se aferran a sus identidad a través del facebook y el twitter. Antes Jaén exportaba coches, ladrillos, cerámicas, dulces y muebles. Ahora se hace caja, pan para hoy y desarraigo para mañana, con la exportación de universitarios que ya es pareja del aceite en los convoyes hacía el norte. Mano de obra jienense que en el pasado ayudó a prosperar a otras tierras ahora hará lo mismo con lo mejor de nuestras casas. Miles de lazos amarillos que se ven ondear desde la autovía. Allí el atasco se va disolviendo y el niño sigue preguntando
—¿papá y a Jaén por dónde se entra?
—más bien de Jaén se sale. Anda duérmete que todavía nos quedan 300 kilómetros para llegar a casa
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