La gente está que trina con lo de la luz. Ahora resulta que nadie sabe lo que cuesta un kilovatio y que nos han ido haciendo un mocho para pasarnos la dolorosa por la cuenta del banco. Da cosica ver al ministro de la Energía intentar explicar el recibo de la luz y caer enredado en un montón de cables conceptúales para explicar lo inexplicable. Que si usted gasta amperios y los trufa con vatios en horas valle, pero sin pasarlos por la potencia contratada, restándoles a los vatios un par de kilos de aceitunas de cornezuelo y dos cañas con su correspondiente tapa usted va a pagar una cosa u otra.
Y Soria, que así se apellida el hombre aún siendo canario; pero no de los que trinan; se quedan tan pancho y tan ancho mientras que nos siguen electrocutando con unas facturas disparatadas que parecen escritas en sánscrito y en las que incluyen hasta las tasas de ocupación de vivienda por las familias de cigüeña blanca en las torres de alta tensión. Y luego quieren que la gente les aplaudan con las puñaladas que reciben con el recibo de la luz. Yo, sin lugar a dudas, prefiero que me visite Sandor Clegane, el perro de Juego de Tronos, armado hasta los dientes a que la cartera me deje en el buzón el sobre con el membrete de la compañía eléctrica. Un logotipo que da más susto que el lobo de la familia Stark.
El invierno se alarga y no porque vivamos en Invernalia si no porque, a estos precios, poner el radiador o el braserillo sería un autentico suicidio. Ya les digo que la gente está que trina y que este verano van a intentar excretarse encima de los antepasados de los que nos alumbran cuando, con estas tarifas que nos aplican como aplicaba el alicate a los reos Charles Henri Sanson, hijo, nieto y bisnieto de verdugos, los aires empiecen a chupar kilovatios para dejar el cuarto de estar fresquito. Tan de mala leche nos están poniendo con los sablazos que nos dan, al estilo de los húsares polacos en las guerras del Palatinado, que ni queremos oír ni bailar sevillanas, que nos acalambramos en la primera y en la segunda, a la hora del cruce con la pareja, saltan chispas y ¡zas! cortocircuito.
En mi barrio los niveles de riqueza ya no se miden por el largo del coche que aparcas o por los kilos de gambas que puedas comprar en el hiper. En mi barrio los ricos, los ricos de verdad de verdad, son capaces de poner la lavadora a diario, encender la lámpara buena del salón, la de ocho brazos, y además tiran de secadora al máximo de revoluciones. Hay uno tan rico tan rico que es se permite el lujo de poner en marcha, al mismo tiempo, el lavavajillas mientras pasa la aspiradora. A los del resto de la calle, en lugar de llamarnos muertos de hambre o pobres de pedir, nos dice que somos flojos de diferencial. Lo dicho que la gente esta que trina y hasta los güevos de que les fundan los plomos
Comentarios