El otro día me dijeron que yo
era de derechas porque me gustaba más Paul McCartney que John Lennon. Tal afirmación
de mi contertulio se basaba en que, el beatle con gafas, era un músico más progresista
porque había compuesto himnos como “Power to the People” o que rechazó la
medalla de la Reina
por se coherente con sus ideas. Mientras que el otro, el beatle guapito, era un
ñoño que se había vendido al mercado haciendo “tontas canciones de amor” como “yesterday”
o “Let it Be”.
Muy sorprendido yo le respondí
a mi interlocutor que se estaba dejando llevar por una percepción falsa y que
ni Lennon ni McCartney tenían nada que
ver con ese estereotipo que había ido surgiendo desde la prematura muerte del primero.
Ni Lennon era tan progre,
compuso una oda al maltrato femenino como el “Run for your Life” ni McCarnety
era tan sonsólico ya que compuso piezas precursoras del punk como “Helter Skelter”.
Pero mi colega insistía, sin tener en cuenta mis argumentos en que yo era un
conservador cuando seguía defendiendo que ambos era sólo unos geniales músicos
y que lo de haberse convertido en un icono social no era culpa suya. “Ya pero McCartney hubiera votado al PP y
Lennon a Podemos”. Ante esta aseveración nada más añadí y di por concluida la
charla ante la imposibilidad de hacer ve a quien no quiere hacerlo.
Os escribo esto porque algo
parecido está pasando en la política española ahora que se cumplen 80 años de
la muerte de Antonio Machado, en la que hay una obscena competición por hacerse
ver con un ejemplar de Campos de CastillA. Ahora todos, candidatos y
contertulios, han vivido aquellos días azules y se han amodorrado con el
zumbido de las moscas en un viejo patio refrescado con la umbría de las pilistras
y una canaleta en la que borboteaba un hilillo de agua
En su simpleza estudiada y
estratégica reviven lo de Lennon y McCartney: sí eres de Machado votas a fulano.
Si citas a Hernández tienes que votar a zetano, si loas a Alberti tu papeleta
irá parar a Mengano. Si tantos de los
que ahora se fotografían con poemarios los hubieran leído o dados a leer posiblemente
no estaríamos perdidos entre tanto callejón sin salida. Quieren mantener aisladas
a las rimas y apresar el verso libre en programas electorales y cajones
ideológicos.
Pero nos queda la palabra y
la invitación a la duda que ya nos hizo Garcilaso de la Vega:
“Un rato se levanta mi esperanza:
mas, cansada de haberse levantado,
torna a caer, que deja, mal mi grado,
libre el lugar a la desconfianza”.
Así que ahora que se vuelve a
desatar la tormenta en forma de eterna campaña electoral defendamos que la
literatura nos pertenece a todos como la memoria, la infancia o la vejez y que
los cielos de esos días azules son bóveda comunal como nos legó León Felipe:
“Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana”.
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana”.
Qué no nos jodan con más églogas no somos ovejas ni ellos nuestros pastores
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