Todo
el mundo habla de lo peligrosa que es la gripe pero pocos se ocupan
del humilde catarro que llena de pacientes moqueantes las salas de
espera en los centros de salud. La malévola cepa de la gripe, la muy
jodía, muta cada temporada, nos acojona con el apellido de A, B,
Aviar o Porcina pero mientras los resfriados van minando nuestras
defensas con los cambios de temperatura, las calefacciones mal
entendidas y salir en mangas de camisa a la calle sin consultar que
hace un frío que pela y con esos trasquilones los agentes catarrales
se cuelan dentro de nosotros en un maldito caballo de Troya hecho de
tiritonas, toses, esputos y narices goteantes.
La
situación con el cambio
de gobierno
no ha hecho nada más que empeorar. Las puertas abiertas, las
corrientes de aire, enfrentarse al exterior tras tantos años en un
microclima de confort está haciendo que muchos ciudadanos sean
fácil presa del enfriamiento, el escalofrío y el destemple. Parece
que tampoco les va a mejor a los que están llegando a su nuevo
hábitat. Dicen que en la oposición hace mucho frío y tras tantos
años en ella han dio desarrollando unos anticuerpos que poco o nada
pueden hacer con los gérmenes que pululan por los conductos del aire
climatizado de los edificio oficiales. Inermes
ante esos feroces
ataques
están
cayendo presas de los virus ambientales. Cepas endémicas
de despachos
y poltronas.
Todo está patas arriba. No se dan cuenta que en los estornudos
todos somos iguales y que la flema, de no tratarse con un buen
jarabe,
va tomando el color
de la hierba seca y ahí se esconde peligros muy mayores como el
edema, la neumonía y la bronquitis.
Hay que cuidarse de los cambios de tiempo y de los cambios
de gobierno. Entre toses leo esta mañana en
el Ideal que sí este
es de Almería o si
aquella fue de Jaén.
Ilusos. El resfrío ataca por igual en cualquier parte de Andalucía.
Sin ir más lejos este periódico
que usted
lee en la cafetería ha pasado ya por cientos de manos que podrían
transmitirle los insidiosos virus del catarro común y hacerle
moquear y toser de manera extraordinaria.
No
hay que bajar la guardia. Ni en el bar ni el trabajo. Hoy seguirá
la pelea sobre si la calefacción está demasiado alta
o demasiado baja. Todo nos parece
siempre demasiado.
De la misma manera el recambio en los sillones de la Junta se hace
con un trafagar de emisarios del resfriado que se intercambian en
estrechar de manos, abrir de cajones y llenar cajas. Hasta los
micrófonos de las ruedas de prensa guardan un riesgo latente en sus
esponjillas y membranas. En esas alcachofas que ahora frecuentan unos
y otros menos. Micrófonos de alta frecuentación que dirían en la
salsa de espera del hospital cuando los griposos y los resfriosos se
dan cita en la sala de espera llevando y trayendo
esporas, hongos y microbios de la sala de triaje a la sala de boxes
(siempre me ha maravillado que esas camillas ocupadas por gente
enferma se aparcaran en un lugar con el mismo nombre de un garaje de
fórmula uno) pero los eufemismos están a la orden del día y en
la consulta:
un mero
constipado, usen
infinitos pañuelos
de papel y eviten los edificios
cerrados. Yo ya me estoy tomando un ibuprofeno y descongestivos para
evitar que el teclado se me quede hecho unos zorros. Sin
la gripe no somos nada
¡Salud y ácido acetilsalicílico!
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