Tienen fama de hablar mucho y
de decir poco. Empiezan diciendo que no es lo mismo poner las mesas que esperar
meses a que las pongan y haya que esperar mil misas o a que lleguen mil musas.
Suben los pisos paso a paso, no dejan poso ya que no tiene peso y ahí puso él
aquello que trajo éste de allí con ese eso que hace eses y que nadie sabe que
esconde, ni dónde, ni adónde está el fondo del saco que saca la fonda en la que
las jarras de vino las sirve una parienta mientras se pone en jarras esperando
que los jarros lleguen de los toneles que carga por toneladas el tonelero que
está como un ídem de tanto comer tapas y es que no se tapa la boca ni con una
buena capa que de tela o de pintura sirve para sacar los colores de las paredes
y de las mozas que lozanas como lozas hacen palmas que luego lucirán el domingo
de Ramos en ramilletes que fabrican con las palmas de sus manos mientras los
patos y cisnes palmean en el estanque del palmeral que da sombra y sombrilla
para que no se nos caiga el sombrajo y sus palos. Esos que nos dais cada vez
que llega el palo del extracto de la cuenta bancaria que nos deja sentados en
un banco con la tarjeta de crédito desacreditada, echa polvo tras el banquete y
apenas nos queda ya una banqueta para subir hasta tocar la nómina. Tenga y coma
comas que se me quedaron apalancadas entre las teclas,,,,,
Ya les digo ellos son así. Muy teclosos. No paran, ni esperan. Hablan y hablan y cuánto más dicen menos se sabe lo que tienen entre manos, o entre monos que se les va la lengua de legua en legua hasta la selva de muchos dichos y muy pocos hechos que apenas se tienen derechos a no ser por los pertrechos y sus armaduras como armarios que la van liando de liana en liana trabucando los árboles y cambiándoles los nombres a los baobab para que no parezcan tan bobos y al mismo tiempo tan solemnes tendidos al sol que más calienta, como si hubiera algún sol que diera frío, pero si ellos lo dicen así deberá ser y hasta deberá estar. Como en aquellos cuartos de la casa de nuestras abuelas en los tiempos de Maricastaña en los que María, era María y una castaña pues una castaña.
Ahora la inflación baja cuando sube por las nubes. El paro baja hacía arriba del globo en el que parecen que están estos poco cómicos químicos de la lengua que no se detienen, ni tienen, gana de hacerlo para darse cuenta de que la cuenta no nos sale y que la cuenta es cada vez más abultada y a los pantanos les sube el agua hacia el fondo.
En fin que si les seguimos haciendo caso los cosos desaparecerán cosidos por la intolerancia a las telas y a las teles que volverán en seis minutos a la programación habitual. No se desconecte porque estamos en campaña y las tiendas se llenan de campos baldíos ocupados por personas que sonrien a las cámaras prometiendo que ese solar por fin se llenará de sombras. Que ya llegaran más tarde los edificios. Anaqueles llenos de obras incompletas. Librerías de restos de edición. Bolsilibros blancos de aburrimiento y si miento que ahora no sea de día y que en el desayuno, ahí, hay uno leyendo este periódico pensando qué nos está pasando.
Ya les digo ellos son así. Muy teclosos. No paran, ni esperan. Hablan y hablan y cuánto más dicen menos se sabe lo que tienen entre manos, o entre monos que se les va la lengua de legua en legua hasta la selva de muchos dichos y muy pocos hechos que apenas se tienen derechos a no ser por los pertrechos y sus armaduras como armarios que la van liando de liana en liana trabucando los árboles y cambiándoles los nombres a los baobab para que no parezcan tan bobos y al mismo tiempo tan solemnes tendidos al sol que más calienta, como si hubiera algún sol que diera frío, pero si ellos lo dicen así deberá ser y hasta deberá estar. Como en aquellos cuartos de la casa de nuestras abuelas en los tiempos de Maricastaña en los que María, era María y una castaña pues una castaña.
Ahora la inflación baja cuando sube por las nubes. El paro baja hacía arriba del globo en el que parecen que están estos poco cómicos químicos de la lengua que no se detienen, ni tienen, gana de hacerlo para darse cuenta de que la cuenta no nos sale y que la cuenta es cada vez más abultada y a los pantanos les sube el agua hacia el fondo.
En fin que si les seguimos haciendo caso los cosos desaparecerán cosidos por la intolerancia a las telas y a las teles que volverán en seis minutos a la programación habitual. No se desconecte porque estamos en campaña y las tiendas se llenan de campos baldíos ocupados por personas que sonrien a las cámaras prometiendo que ese solar por fin se llenará de sombras. Que ya llegaran más tarde los edificios. Anaqueles llenos de obras incompletas. Librerías de restos de edición. Bolsilibros blancos de aburrimiento y si miento que ahora no sea de día y que en el desayuno, ahí, hay uno leyendo este periódico pensando qué nos está pasando.
Menos mal, hermano, que nos
queda la palabra para denunciar con sus juegos a los que hacen trampas con las
haciendas y visten de caballos a sus mulos. Pura poesía
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