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MOTÍN EN LINARES


El oficialismo sigue a lo suyo que no es otra cosa que apuntalar y sostener a la realidad oficialista. En esta provincia nunca pasa nada malo. Esa es la versión oficial de los hechos que se sostienen en unos cimientos  fabricados de silencios y falsas ignorancias. Hacer cómo que no se ve lo que es,  hace cómo que no exista lo que sigue siéndolo. Avestruces que meten sus cabezas en los cajones de los despachos oficiales mientras que sus cuidadores suben el volumen de los himnos para evitar que el rumor de las calles se cuele por las ventanas de oficinas, sedes y palacios. Que nada perturbe la paz. Las frases con membrete insisten en que «somos una gente tranquila que vive y muere en paz. Sin dar un ruido, sin molestar y que acepta por principio lo que establece el poder oficial. Gente de orden y concierto muy alejados de algaradas y disturbios».  La realidad oficial con su silencio dice que lo del otro día en Linares no ha pasado. No ha sido. Si acaso fue un exabrupto sin mayores consecuencias. Un enfado que se extinguió tan rápido como vino. Un ligero malestar. Algo temporal. No es posible, piensan, que en la provincia pueda ocurrir algo así. E insisten en que los impulsos, ayudas, subvenciones, decretos, normas, leyes, reglamentos, órdenes, comunicados, bandos, edictos, pregones, anuncios, discursos y declaraciones siguen estimulando y dinamizando la economía provincial para colocarla en la vanguardia que nunca debería haber perdido. Pero por Linares algo ha empezado a romperse en el sólido muro oficial. Las palabras de Belin, al final de la manifestación como un graffiti de enojo colectivo, configuraron un mural hecho con miles de voces que están hartas de que siempre les ocurra lo mismo: nada.
Más de 30.000 personas salieron a la calle para pedir atención a sus gobernantes que aún siguen manoteando en ese mar de los sargazos en el que se quedaron varados de planes, proyectos, culpabilidades e intereses particulares y partidistas. Un eterno vaivén de acusaciones estériles y liderazgos fútiles que no llevan a ninguna parte salvo al olvido. Una situación que ha terminado por agotarse en sí misma y en la que los ciudadanos han empezado a meter el dedo en el ojo a los gobernantes y exigirles, so pena de dejarlo dentro, que hagan su trabajo e inviertan ese título de «comarca con más desempleo de Europa» por otro título más esperanzador. En Linares y en su comarca y en la capital y en el resto de la provincia anda la marinería levantisca, por mucho que el capitán y sus oficiales lo quieran negar trasegando picheles de ron y brandy. Acuérdense del Grampus y su incierto destino relatado por Poe en Aventuras de Arthur Gordon Pym:  «cómo la brisa era muy floja, nos sorprendió que el buque no llevara más velas que la mesana y la mayor con un foque, de modo que navegaba muy lentamente y nuestra impaciencia rayaba en frenesí. La manera torpe con que gobernaba fue notada por todos, a pesar de nuestra prodigiosa emoción».

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