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INDEPENDIENTEMENTE


Estoy seriamente preocupado por lo que está ocurriendo. Lo mismo son cosas mías pero la realidad está tornando en colores cuatribarrados y me parece que todo lo veo es de color blaugrana. Puede que esté exagerando y que el toque de difuntos, cada tarde que hay sepelio en la parroquia de San José Obrero, me suene a campanades a morts y que las trancas que llevan los rezagados de  la madrugada del viernes es l´estaca de la que tots debemos estirem. Sí, maldita sea meu amic Siset, tengo la estaca metida entre ceja y ceja y no me la puedo quitar de la cabeza. Estoy molt sensible a lo que pasa. Está el asunto tan contaminado que, desde hace unos días, la publicidad del espotifái me sale en catalán. Busco al Hilario Camacho y me suenan los discos de Guillermina Mota y la María del Mar Bonet y si quiero escuchar al Carlos Cano el ordenador me dirige hacia la obras completas de Dagoll Dagom y Els Joglars, buenos estos últimos menos porque piden biscúteres en los bares en lugar de mitjanas. Hasta ahí están llegando las tensiones. Y eso me ocurre a mí que aprendí a leer con la cartilla Palau.  A mí que vivo en la calle Independencia y que tuvo un perro que se llamó Napoleón. Si es que hasta en la calle ya me dicen adeu los vecinos y en la carnicería se excusan por no tener chuletas magras con un lacónico y errado: no tin porc. Esto se está saliendo de madre o de mare mejor diú. Si hasta la hija de Pazita, la de la esquina, canta las coplas canalsureras engolando la voz y entonando María de la Pau en lugar de María de la O.  Debo estar alucinando pero es que, a plena luz del día, la botella de agua Sierras de Jaén se metamorfosea en Vichy Catalán y los chorizos de Carchelejo se salen de la talega exhibiendo certificados de empadronamiento en Casa Tarradellas. Hasta los collons andamos un servidor y mi poyete de todo este barullo que no sirve nada más que para enturbiar el agua de la convivencia. Yo estoy convencido de que me levanto cada mañana sin la menor intención de robarle nada a nadie. Aunque lo mismo el señor Rull o el señor Turull me convencen de lo contrario. No creo que por haber nacido en Bailén, muy noble y leal ciudad en la que se forjó la victoria de la Guerra de la Independencia, tenga el estigma de ser un españolista intolerante e incapaz de relacionarme con otros semejantes, aunque se llamen Jordi o Pere. Tener un determinado carnet no te exime de ser un gilipollas. La gilipollez nos describe como especie al ser humano. Hay gilipollas y cabrones e hijos de puta en todos los lugares y rincones del planeta. Se reparten de manera ecuánime por los territorios sin que las fronteras los aíslen o detengan. No hay excepción. Cada pueblo tiene su tonto, su gilipollas. Algunos hasta varios de ellos. No por cruzar una línea dejas de ser lo que eres. Eso se lleva de fábrica. Muchos países consiguieron su independencia y con ella nacionalizaron su cuota poblacional de gilipollas. No se puede dejar de ser lo que se es con independencia o sin ella.

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