Escribir
sobre el regreso de las vacaciones en una provincia en la que miles de sus habitantes
están en desempleo se antoja un tanto pretencioso. Por definición las
vacaciones es un alto que se hace en el trabajo y si uno no lo tiene de difícil
manera podrá cumplir ese requisito. En cualquier caso, hoy es un lunes en el que
se hablará mucho de lo del síndrome postvacacional. Comentarios que sirven de fondo a decenas de
miles de jienenses que entonan Get Back subidos a la terraza de las estadísticas
del paro en la provincia. Una melodía que se oye, distante y lejana, a la que
pocos parecen hacer demasiado caso, tampoco, en este lunes en el que dicen que
todo vuelve a la normalidad. Jaén, normal, regresa para volver a
toparse con los raíles oxidados del tranvía. Un camino de hierro mohoso que
desemboca en el túnel de la incompetencia. Vías tiradas a la bartola, morenas
de óxido que hoy soportarán más tráfico del habitual. Desde arriba las grúas
observan, aburridas de tanto esperar a que llegue Godot vestido de albañil para
que las ponga en marcha.
Se
acabó agosto y con este septiembre que empieza desembarcamos en un periodo que
será muy parecido al tobogán kamikaze de un parque acuático. El otoño se vestirá
de marrón electoral. Mientras los árboles vaya perdiendo la hoja, las paredes y
muros se llenarán de carteles que buscarán el triunfo en mayo del año que
viene. Se acerca el domingo en el que hay que elegir nuevos burgomaestres. Así
que los agrimensores de la encuesta y la prospección sociológica ya han
comenzado a tomarle medidas a la opinión pública. Se trata de un fracking
demoscópico. Dime a quién vas a votar y te diré que cumpliré todo lo que os
prometí y lo que os voy a prometer a ppartir de ahora. son mensajes que chorrean desde los buzones del
bloque de VPO y de los feisbuc y tuiteres de los ciudadanos digitales.
Los
sabuesos ya están tras el rastro de la papeleta. Sus narices ya husmean, huelen
los efluvios de las tendencias del voto. Son como sastres cosiendo trajes de oídas.
Así que se dedicarán a comprobar si tal o cual candidato tira mucho de la entrepierna
del votante. Si éste o aquel mensaje aprieta mucho de la sisa y le puede
escocer la sobaquera al respetable. Meditan sobre si el largo del programa electoral
es el adecuado para enseñar lo justo. Si el vuelo de la falda es tan prolongado
que deja ver las costuras y hasta la bragatanga de la estrategia política.
Sopesan, con las boca llena de alfileres, si los mítines están anticuados o son
«vintages» como las hombreras del Tino Casal. Analizan la profundidad del escote, el grado de
curvatura del paquete del candidato, el corte de pelo y lo cortos que deben ser
los discursos.
Es
la
política en su estado natural, la de la campaña electoral que hoy mismo
empieza. Un lunes en el que en la terraza de la oficina del INEM el 30%
de
parados hacen una versión del You never give me your money. Lo hacen con
inglés aprendido en los cursillos de formación que investiga la juez
Alaya. Estamos de vuelta. Se acabó agosto. ¡Come together!, over me.
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