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APAGA NIÑO QUE VERÁS EL MES QUE VIENE

 
Vivimos acojonados por el cartero. El buzón nos mete el miedo en el cuerpo cada vez que mr. postman le deja caer dentro el sobre con la factura de la luz. Menudo calambre al abrirlo. Las chispas y los juramentos en arameo son directamente proporcionales, en tamaño y profundidad, con la descarga bimensual que nos arrean atados al poste de los pardillos. Son como los malos de Apocalipto. Le sacan el corazón al cerdito hucha para que la luz siga fluyendo en nuestras chozas. Que no haya eclipses en las cuentas de los resultados de sus corporaciones. Vivimos bajo el peso de la paradoja. Cada vez que encendemos la luz nos quedamos a oscuras en la cuenta corriente. Nos alumbramos por encimas de nuestras posibilidades. Parir se hace en secreto porque dar a luz se factura en hoja aparte. Ya hay restaurantes que te regalan la langosta termidor si el comensal abona el coste de la electricidad consumida para hervirla. Existen clubes ciclistas que pedalean en casa para generar energía suficiente para la pila del emepetres. Recientes estudios indican que es más caro recargar el nokia que establecer una conferencia con la niña que anda de Erasmus. A este paso nos volvemos todos topos. Ya nos acostamos a oscuras. También hemos vuelto a hacerlo con la luz apagada. No por pudor o recato si no por ahorro. Resulta que con el regomello que te da el tener la luz prendida, mientras estás en el asunto y dale que te pego, pues no te concentras, se te   la olla… mientras que te imaginas al Soria, en plan admonitorio, riñendo por el desperdicio de energía:
—¡pero hombre vaya derroche. Qué la bombilla es de 60 vatios! Con lo romántico que es hacerlo a tientas. Apague, apague… pero por mi no se pare, siga a lo suyo que yo no quiero molestar.
O se te aparece el ZP en forma de molinillo aerogenerador.
—probo contribuyente perdone que le diga, perro hay que hacer el amor de manera sostenible. Mientras están en el climas del ayuntamiento carnal bien podríamos aprovechar la energía sobrante y conectarla a las baterías de este contador de nubes. Eso si que es progresista…
…. y así no hay quien se centre y las relaciones conyugales se van apagando, extinguiendo como los halógenos que se pusieron de moda en las casas de los recién casados que con sus urgencias maritales hincharon la burbuja inmobiliaria.
—niño qué bien lucen estas bombillas— decía la suegra 
—es que son halógenos mama— decía la hija
—una casa de lustre tiene que estar bien iluminada— apuntaba la cuñada.
Eran buenos tiempos aquellos. Se fueron para siempre. Ahora hemos cambiado los halógenos por bombillitas de esas que venden los chinos. Son diodos y leds que dan una luz como de palmatoria o de mariposa de camposanto. Hay pasillos, que antes lucían como la calle principal de Las Vegas, que se han vuelto tan oscuros como columbarios. Ya lo dicen los clásicos: la lux es un lux. Es como el jabón de las estrellas. Sólo ellas se la pueden permitir. Poder cenar viendo si es pollo o pavo lo del bocata nos está prohibido a los ciudadanos de la tierra de la clase media. Somos jobits del kilovatio. Gastamos poco y pagamos mucho a la gente de Mordor que necesita de megas para seguir a lo suyo que casi nunca es lo nuestro. Si no me creen dejen de pagar un par de meses. En seguida llega el toque: o pagas o te cortamos. Como en Los Soprano.

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