Jaén se mueve. Sí, se mueve pero sólo en el sentido literal de la palabra. La tierra tiembla y retiembla en los alrededores de la Torre de Don Pero Gil y los reiterados sismos ponen de manifiesto que la provincia sólo se desplaza en el sentido real y no en el económico.
Sin embargo ese desplazamiento en el resto de las direcciones; las conceptuales; y a tenor de lo que escupen las estadísticas diariamente ponen de manifiesto que seguimos parados. Frenados por encima de nuestras posibilidades y de las de 70000 personas por lo menos que van cumpliendo trienios con el cartoncillo del paro en la mano.
Jaén está detenida sin que movimientos, que presumían de ser gubernamentalmente telúricos, hayan sido capaces de sacarnos de la falla en la que estamos sumidos. Falla de la escasa contratación. Falla de la realidad que se empeña en desmoronar los muros de contención hechos de titulares. Nos falla hasta San Andrés bendito que desoye las plegarias de los que sigue acumulando curriculums sin respuesta en la bandeja de salida del jotmeil.
Mientras las placas tectónicas chocan por debajo del hogar de los torreperoxileños. Vaivén ciclópeo que pone vectores en los pliegues de la corteza terrestre en contraste con las energías que se destinaron a mover la economía provinciana con la fuerza anticlinal del Activa o la pujanza sinclinal del Estratégico. ZAES, reindustrializaciones y demás planes y plenos que vinieron a intentar quitar el freno pero las cosas siguen encalladas en las orillas del magma de la vacuidad.
Las arrugas del manto a dura penas tapan la realidad de Jaén. Una provincia en la que la tierra se ha puesto a temblar al ritmo de Richter. Entre tanto unos se acuerdan de Keynes y otros de Adam Smith. Una eterna discusión que se aleja del epicentro del asunto diario que preocupa a la gente . Gente que tiembla cada vez que no puede llegar a final de mes. Jaén se mueve, sí, pero por el momento al ritmo de sismógrafo.
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