Ayer
tuvimos la oportunidad de elegir a nuestros representantes para el Parlamento
regional. No se deje engañar todavía no podemos votar directamente a un
candidato para que sea presidente. Seguimos delegando el voto en un grupo de
personas que, mejor o peor (espero que sea más de lo primero que de los segundo),
deben cumplir con los compromisos contraídos con sus electores. De los resultados
de la fiesta de la democracia de ayer ya tienen cumplida información en estas páginas
y no me reiteraré en ello.
Son
un grupo de hombres y mujeres que en breve tomarán posesión de sus escaños y a
los que pido asuman esa tarea con la sana intención de mejorar la imagen de la
clase política y de los políticos que, en más ocasiones de las deseables, caen
en el pozo corrupto y hediondo del abuso de su poder en beneficio propio y de los
suyos. Siempre olvidando a la mayoría. Ya se qué sólo son unos pocos pero su
comportamiento mancha el buen nombre de cientos, de miles de cargos públicos. Concejales
y alcaldes que en sus pueblos se baten el cobre para conseguir lo mejor para
sus vecinos.
Les
escribo esto hoy en este poyete de resaca electoral para llamarles la atención
sobre lo que ocurrió en Bailén el viernes por la noche y que pone sobre la mesa
que ser concejal en tu pueblo nunca puede convertirse en asunto tan peligroso
que acabes con la cabeza rota y la vista nublada por tu propia sangre.
Andaba
Bartolomé Morales, edil de seguridad ciudadana y otros asuntos, tomando un aperitivo
cuando fue abordado por un vecino que le exigía el arreglo de un bache. Desconozco
los detalles de toda la conversación pero que esta se encrespó, subió de tono y
desembocó en una brutal agresión contra el concejal que acabó por los suelos
con una brecha en la cabeza de la que tuvo que ser asistido en las urgencias
del Centro de Salud de la localidad. Herida que necesitó de hasta siete puntos
de sutura. Eso en lo físico porque en lo emocional esa brecha seguirá mucho tiempo
abierta.
Sirva
este ejemplo para llamar la atención a todos los que votaron ayer, a los que no
lo hicieron y a todos los que, a grito pelado dicen en los bares y tabernas que
todos los políticos son unos sinvergüenzas y unos ladrones que no tienen razón.
Que en sus pueblos hay vecinos que son capaces de complicarse la vida. Que son
capaces de quitarse tiempo de sus aficiones y familias. Que son capaces de
arriesgarse a que los metan en el saco de la Gürtel o los ERE con los corruptos
de verdad y de perder parte de su buen nombre. Que son capaces de atender
asuntos de gobierno mientras se toman una caña porque no pueden dejar de ser
cargos públicos ya que tiene sus ventanilla abierta las 24 horas del día. Que atienden
críticas y censuras poniendo buena cara mientras pasean al nieto, están con la
familia en un parque o hacen deporte.
Sirva
la fotografía de Bartolomé Morales, sangrando profusamente y con un mirada de
aturdida incomprensión por lo ocurrido de homenaje a estos hombres y mujeres sin
los que la democracia no sería viable. Hay que apoyar, además de con los votos
cada cuatro años, a estas personas que en su gran mayoría tienen el objetivo de
hacer lo mejor posible por su pueblo. Pido para Bartolomé y para los concejales
de todos nuestros pueblos el respeto de sus vecinos y también exijo de sus superiores
jerárquicos en los partidos y en el resto de las administraciones que les respeten
y tengan un comportamiento claro, moral y transparente. Y si meten la mano que
sea para evitar que vuelvan a ocurrir este tipo de incidentes. Un abrazo
Morales
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