Esta provincia es como uno de los últimos hijos de una familia
numerosa. Es la niña bonica y graciosa, a falta de otros piropos, porque los
roles de inteligente, avispada o lista ya han sido pillados por el resto de los
hermanos. Tampoco se estrena ropa en esta tierra porque chalecos, faldas y
pantalones son heredados de los que van delante en edad. Jaén va de
vestida de domingo, de segunda mano y semana, con ropa de lunes y martes y la consuelan desde los atriles
con «cuchi que bonica» y «es muy graciosa pone tapas gratis con la cañas». Ahí
vamos y ahí estamos deslizándonos por debajo del agua del desarrollo. Atinando a
sacar la cabeza lo justo para no ahogarnos por encima de la ola y poder oír a
los del barco que pasa «joé que hondos que van esos. Tiene que ser chulo ver lo
que hay por ahí debajo. Si hubiera camino para descender nos daríamos una
vuelta…»
Somos parte de las imágenes de postales turísticas que tomaron
intrépidos viajeros que pasaron por aquí. Postales que enseñan con orgullo al
haber sobrevivido a los infernales toboganes de carreteras nacionales, a la
oscuridad de las travesías de las ciudades, a los trenes decimonónicos, a las
veredas señalizadas como carreteras convencionales y a la eterna guerra de
pasquines en la que aún siguen enzarzados los políticos locales. Politiqueo que
se preocupa más en tapar el cartel del contrario mientras el muro que los
sostiene se desmorona como un azucarillo regado por años de este sirimiri de indiferencia,
de abulia oficial y de despacho que agosta paisajes y paisanajes. Lo que
sucedió en otros lugares aquí está por suceder. La gente envejece mientras oye
promesas para la juventud. El tiempo se quedó atrapado en una burbuja de
aislamiento, como el de los mapas, físico y político.
Somos una tierra
que va camino de convertirse en exótica e insólita, llena de pueblos
pintorescos y rarezas geomórficas. Pliegues sinclinales y anticlinales en los
que escriben sus titulares, con enorme alarde gráfico, las visitas de gente
importante en asuntos que en otros lugares dejaron de tener importancia.
En
estos días se habla de la venida del rey y de los reyes magos. A uno y a otros
se encomienda la oficialidad jienense. Aparcando tricolores moradas y
escribiendo largas cartas para aparecer en la lista de los portentos mundiales.
Ya parece que sólo nos quede lo maravilloso. Escaños repletos de santos manueles
y sanapolones serranos. Si la sequía no lo evita volverán a manar, como en cada
elección, las fuentes de la salud milagrosa y los manantiales minerales y
milagreros. Vamos rumbo a transformarnos en ese pariente gracioso que vive en
el culo del mundo y al que gusta visitar para vaciarle el corral y la despensa.
Lugares en los que el tiempo se detuvo y en el que, rodeado por mareas
antrópicas, se sigue viviendo como antiguamente. Una cosa muy graciosa. Muy
bonica. Muy anticuada, muy de postal y muy de reportaje de la España profunda
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