Es
raro este lunes de urgencias en los armarios sacando abrigos y chaquetones para
pelearse con este frío que ha llegado embozado en la tibia capa del verano, que
cómo un primo gorrón, se niega a irse de nuestra casa. Es raro este lunes de
giros imposibles por el centro de Jaén. Los gepeeses patinan en el hielo de las
nuevas señales y los cambios de dirección. Sólo nos faltan los reporteros de la
realidad en directo para contar, con un atasco de fondo, que las calles están
atascadas. Se trata de un clásico invernal. Mientras todos aprendemos a
conjugar el presente de indicativo del verbo peatonalizar. Miedo me da tener
que hacerlo en subjuntivo. Ya me lloran los ojos ná más que de pensarlo. Pero
como les contaba basta con que nieve en la Pandera o en el Pico Mágina para que
manden a un aterido periodista para que enseñe a cámara lo que podemos ver
subiendo las persianas del balcón: que las nieves blanquean las crestas de esta
provincia. Lo que sale por la pequeña pantalla (ya no digamos la de la tablet o
el esmárfon) es más autentico que lo que podemos percibir con nuestros cinco
sentidos. Así que las montañas se ponen el casco blanco para salir por la
televisión y por el canal de yutube. Zalameras y populistas, las montañas, como
si fueran altos cargos o aspirantes a serlo ataviadas como en una visita a las
obras públicas. El otro día sin ir más lejos en el mapa, pero sin movernos del
lugar que se marca en el mapa del tiempo desde hace décadas, llegamos hasta
Torreperogil y allí vimos a la grey oficial luciendo casco blanco de obra y
chalequillo con bandas (aquí siempre he tenido dudas pero como son de la cosa
política les va bien ambos adjetivos) reflectantes y refractantes. Se pasearon
por la A-32 esa carretera que tiene nombre cómo de hangar misterioso. Muy a lo
zona de exclusión y a lo del Área 51 con sus Múlder y con sus Scally. Lo cierto
es que lo de la Bailén-Albacete es digno de un expediente X. Comenzó con Felipe
González y un montón de años y cuatro o cinco presidentes después, ahí seguimos. Menos
mal que al ver tanto zara y massimo dutty cubierto por los chalecos fosforitos
y el tocado de seguridad blanco se me abren las carnes y por fin parece que las
obras acabaran después de tantos capítulos y de tantas temporadas. Es cómo el Cuéntame
o la serie de la Ciudad de la Justicia. Clásicos de la televisión que han
merecido portadas hasta en el telepograma, aquella revista que compraba por un
duro en el kiosco de kubalita en el callejón de Adón. Por un cierto un lugar al
que tampoco hay güevos de llegar con el coche. En Bailén, cómo hoy en el centro
de Jaén, la voz del tomtóm no tiene nada que decir salvo: menudo lío
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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