Las
palabras son como una bandada de estorninos escribiendo en el aire blanco de
cada mañana. Arabescos esdrújulos y cambiantes en lo minúsculo y lo mayúsculo.
Dibujos de fonemas. Morfemas de sonidos. Ruido de fondo en la radio de cada mañana.
Rumor de vidas por vivir en los patios de casas vecinales y escuelas
construidas a la vera de viejos quioscos. Voces y pregones en las calles y
mercados. La naranja güasintona y melones a cinco euros la caja. La llegada del
tapicero y frutas dulces como el caramelo. Insultos y saludos en caminos y
veredas y el ir y venir de interjecciones y abrazos. Ruido de gente haciendo lo
suyo en un cielo de color folio en blanco. Día por vivir con lo que venga
aunque no nos convenga. Días de holas y preposiciones. De adioses, prefijos y
sufijos de indeterminados calificativos que perfilan el paisaje de los paisanos
que salen a buscarse la vida con el olor del pan recién hecho y del periódico
recién impreso. Carreras por los pasillos de casa buscando las carteras y las
llaves del coche. Móviles sonando y la radio perorando sobre esto y aquello y
lo de más allá. Puertas y cancelas que se abren y cerrojos que se descorren
poniendo tildes y acentos a los ceños circunflejos de banqueros y tenderos.
Amanece nada más pronunciar la única silaba del sol y los sujetos se van con
sus verbos haciendo lo suyo y lo de sus predicados para levantar otra página al
calendario de las carterillas polluelos que preside la cocina. La gente pone
acento a sus quehaceres. Reparte comas entre las esquinas y puntúa, seguido o
aparte, según convenga a cada calle del barrio. Se rien de las bes altas y las
ves bajas del niño del quinto que ni en las pintadas es capaz de diferenciarlas.
Nacen y mueren discusiones sobre el tiempo. De lo breve que es y lo lento que
pasa. De lo mucho que llueve o del poco frío que hace para el tiempo. En el que
estamos y en el que estaremos dios mediante. Hablan las campanas con tinta de
bronce y aleteo de primillas cons picos en forma de c cernícala. Bocas rapaces
y capaces de sonar a zeta sin serlo. Tartamudean los pájaros y deletrean primavera
en los tiestos de los balcones. Interrogaciones y sirenas subrayan los
sintagmas hospitalarios y redecoran, con sus sombras anaranjadas de urgencia y
esperanza de llegar a tiempo, los árboles y rotondas que se abren en oes
sorprendidas por las prisas, presas de su carcel redonda y llana como una
palabra átona, rayada por las agujas de los neumáticos haciendo sonar siempre
el mismo surco . la misma canción de cada mañana con acento de papel prensado
en estás páginas en las que las manchas del café y el aceite precipitado desde
la media con tomate roba las palabras. Letra a letra las deshace entre sus
manchas y agua la tinta. Las deja varadas en ninguna parte, entre complementos
directos e indirectos. Entre el aire a punto de salir y el aire que ya está
fuera. Palabras deseando nacer a la espera de alguien que las libere. Piando
como gorriones con sal en la cola. Palabras por decir. Las primeras: buenos
días lectores a por ello y a por ellos.
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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