Cuando
sonó el despertador nuestro protagonista ya tenía números rojos en la cartilla.
Le cargaron el recibo del espotifí del niño y le faltó un euro. El tipo del
banco le aplicó 20 euros de comisión por devolver el recibo y otros 36 por tener
la cuenta en débito. Sin comerlo ni beberlo, el cafelico de la mañana, su compañía
eléctrica; la que tanto mira por el verde ambiente y colorea de verde rabia a
su clientela con recibos de 200 euros al mes; le aplicó la subida de la luz por
culpa de la falta de lluvia y del aire para mover los molinillos y las
turbinas. En la radio uno de los ministros importantes decía que había que
acostumbrarse a pagar la luz cara y nuestro amigo pensó que también habría que acostumbrarse
a aguantar a gobernantes incompetentes. Aún no sabía que en el buzón le
esperaba el requerimiento municipal para pagar el derecho a cruzar parte de la
acera de su calle para meter el coche en el garaje y una carta, con matasellos
de León, que contenía una foto suya a más de 50 kilómetros por
hora en un tramo de travesía limitado a
30. Mientras se afeitaba se acordó de que tenía que pasar por lo del gestor a
pagar los módulos de su cuñao y recoger todas las facturas para declarar el
IVA. Echando la segunda cucharada de colacao a la leche cayó en la cuenta de
que había que pagar la contribución, la rural y la urbana. El pedazo de olivas
se tragaba, entre abonos, cobre, yerbicidas, podas, quema de ramón y jornales,
todas las ayudas y parte de sus domingos. Además, desde que le dejó los cien olivillos
el abuelo, tuvo que pagar el impuesto de sucesiones, registrar y amillarar a su
nombre pagando a precio de oro cada palabra del documento como si fuera de un
libro miniado, la propiedad de la finca. Trozo de tierra que tuvo el efecto
secundario de subirle la renta anual y por tanto le denegaron la beca a la niña
que estudiaba en la universidad. Tuvo que tomar nota mental de pagar el noveno plazo de la matrícula, el recibo de
la hipoteca y el interné y el teléfono. Tendría que ir a Correos porque ahora
en los bancos sólo podías pagar recibos en el periodo de tiempo que va desde
que Júpiter se alinea con Saturno en la casilla de Piscis, eso si eras cliente,
martes de un mes par en año bisiesto y tenías un par horas que perder de tú
tiempo en unas colas en los que ha habido gente, cuentan las leyendas, que se
han sacado carreras en la UNED esperando turno en la ventanilla. Un ingreso o
una transferencia te sale por un ojo de la cara. Es más barato ir a las Islas
Caimán, echar una semana en sus paradisíacas playas, a meterle pasta a la
tarjeta del niño que está de Erasmus en Lituania. Nuestro protagonista terminó
de colocarse la chaqueta y enfiló hacía el curro dónde le esperaban las
retenciones del ierrepeefe, la aportación a la formación laboral, el 70% en impuestos de los 10 euros de gasoil que le puso al peyot.
Esa
mañana iba yo camino a mi poyete, como cada semana y lo saludé
—
¡Buenos días Manuel! ¿Cómo va la cosa?
—
Pues no va mal. Vamos pagando
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