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LA PROVINCIA MENGUANTE

 
A la provincia le está pasando como a Scott Carey el protagonista de la novela de Richard Matheson. Jaén se está encogiendo, menguando y empequeñeciendo mientras se engaña a sí misma diciendo que es la realidad lo que crece a su alrededor. La neblina misteriosa que se depositó en sus predios en los años en los que todo era oropel, brillo y dispendió acabó por afectarla de tan maravillosa manera que hasta los años le van quedando largos. Le sobran sus días y muchas de sus noches. Me lo dijo un poeta, que sin saber que lo es, acertó a pasar por este poyete: amigo aquí se acabó el año en el mes de julio, lo demás ha sido lana dada de sí en este chaleco al que se le va yendo la gente como se le fueron, hace tanto, las mangas. Y de la misma manera acabó yéndose por el desagüe del calendario, con un inaudible gorgoteo, este 2016 en el que se repitió el agujero de liderazgos y la orfandad de proyectos ilusionantes. Los titulares y los presupuestos generales de las administraciones son una repetición de las campanadas de cada año. Seguimos a la espera de que nos visite algún joven Hans Castorp y escriba la gran novela del tiempo detenido entre olivares, serranías y hornos que doran magdalenas al estilo Proust. Hermoso sanatorio éste en el que los óleos alargan la vida y la lenta forma de llevarla a cabo. Montaña perdida de mágico tiempo que se enfrenta de nuevo al calendario con tantas cosas pendientes y aun por aprender. Jaén sigue a la espera de que alguien le escriba la gran novela. Alguien que la fije y le de esplendor cómo a la Vetusta de La Regenta o a La Muerta de Brujas. Pero esta ciudad y esta provincia siguen como el coronel de García Márquez, criando alcaravanes a la espera de que lleguen las cartas con las subvenciones. Las ayuditas y prebendas que animan el cotarro mesero y terrazil de casinos y mercantiles en los que los notables, sesudos y mesándose barbas y ajustándose las leontinas, discuten sobre las pintadas aparecidas en los muros monumentales, el tamaño, textura y número de las cagadas de los canes de compañía, lo lejos que les sigue quedando el mar y lo cortos que llevan los pantalones y lo largo que lucen faldas. La provincia, mohína y con escarcha en los bigotes se asoma al pretil del balcón 2017. La  niebla sigue cubriendo el valle de los wadis que bautizaron los infieles que aún llevan en el corazón campiñas y roquedos. Paisajes rotos por el ruido de máquinas y gentes que cosechan lo del año para seguir adelante con unas rentas que se encogen, empequeñecen y achican como el increíble caso de esta provincia menguante de gentes y de ilusiones que esta semana volverá a coger coches, trenes y autobuses para dejar la que fue su casa y su tierra, ahora tan encogida que ya no les deja sitio para seguir
 

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