Las
nuevas preferentes son las facturas de la luz. Me lo dijeron el otro día
mientras apuraba un café mañanero. Ni siquiera la chica de la última página del
As levantó, en la barra del bar, tanta intensidad en la charla de los parroquianos
como el anuncio de que la luz seguiría subiendo, subiendo y subiendo. Cada vez
que apretamos el interruptor le abrimos la puerta al sheriff de Nottingham para que nos esquilme la
faltriquera sin que ningún Robin Hood lo frene. Los villanos y los héroes están
en los mismos consejos de administración y al bosque de Sherwood lo han
convertido en un resort de lujo ecológico. Así que mientras arrecia el frío y
se enchufan los calefactores ellos se frotan las manos con las pingües
ganancias con las que atusarse el bigote mientras sigamos con el electrodos
puestos en los testículos: o pagas o te los corto con una descarga. Y quienes
deberían poner coto a estos desmanes andan como los personajes de
Stevenson, Fettes y Macfarlane,
repartiéndose el botín, antes incluso, de que nos entierren. Pero como decía mi
compadre en el bar: las facturas de la luz son las nuevas preferentes y esto ha
comenzado a generar cierto movimiento que podría propiciar que el saqueo, al
menos, no fuera tan desvergonzado y a las claras. Que nos lo hagan de una
manera más disimulada y sin limpiársela en las cortinas del salón. La gente se
está cabreando y eso no es malo del todo. Estar hasta la coronilla o hasta la
polla (como a usted le venga mejor) genera cierta energía positiva que ayudaría
a ponerle las pilas a los que se nutren de nuestra energía y empiecen a
tomarnos en serio, o como Montresor, podríamos emparedarlos como a Fortunato
mientras brindamos con amontillado. Razones no nos faltan y a los de la factura
eléctrica podríamos unir la decaída salud de caminos, canales y carreteras. La
menguante cartera de servicios sanitarios a precios razonables o la necesidad
imperiosa de taponar la emigración de nuestros jóvenes a tierras más prósperas
y esperanzadoras. Es de chiste, por ejemplo, que los triunfos deportivos más
importantes de los últimos tiempos se tengan que celebrar en Ciudad Real, por
la falta de un pabellón de deportes
digno. Claro que se podría buscar una solución rápida y barata y que ya se ha
utilizado con el aeropuerto de Granada. Se podría hablar con la autoridades manchegas
y rebautizar al polideportivo como el Quijote-Arena-Jaén y aquí paz y allá
gloria. Y no seguiré dando ideas por si me hacen caso y nos pasa como al juez
Joaquín Zarco que tirando de un clavo sacó un calavera y con ella una tremebunda
historia de venganzas y bajas pasiones. Apaga y vámonos o mejor deja encendido
y nos quedamos. De una u otra forma nos van a fracturar
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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