Tengo
428 palabras por delante para cumplir con mi compromiso semanal en este poyete de
papel. Sentados no cabemos más allá de un servidor y unos 1975 caracteres en
forma de mirador de lo que pasa por estos lares en los que se hacen más fotos
que cosas. A la vista está en las páginas de este diario el rosario de barandas
de la cosa pública que vienen a fotografiarse delante de la catedral de Jaén,
bajo la mirada blanqueada por las cataratas de Fernando III El Santo. Gente que
parece teletransportada por los flases de cámaras y telefonillos. Lentes de la
memoria que fijan las elevadas visitas y sus declaraciones llenas de amor por
el suelo que pisan y que se diluyen, como las páginas de este periódico,
envolviendo el pescado de la semana, protegiendo de goterones el suelo de la habitación,
urgente solución para el apretón inoportuno y sustituto de emergencia de terciopelos de
doble hoja. Se quedan las fotos y se quedan los baches en las carreteras
tristes y con las cunetas encogidas por
el olvido y la grama devoradora que se queda con todo aquello que se ignora o
se pierde. Se encargan marcos de plata y se hace alijo de cáncamos y alcayatas
para colgar los momentos en los que la principalidad tomo la sombra de las
torres vandelvirianas. Me encargaron 440 palabras y me quedan menos de la mitad
para llegar al final como la semana que acaba de empezar y que registrará más
visitas de notables gentes a fotografiarse con los olivos de fondo y los
aplausos de los propios y los silbidos de los ajenos enmarcando un momento que
terminará en la mesilla o en el mueble bar de los que hicieron valer su selfi
en estos momentos que glosan televisiones como definitivos puntos y aparte de
la historia. Muchos se harán la foto del yo estuve allí con ellos y ellas se
dejarán hacer las instantáneas con afectada telegenia de academia. Hablarán de
lo importante que es esta gente y esta tierra para el devenir y el desarrollo
futuro. Frases que subrayaran mirlos que anidan en las catenarias del tranvía,
los tordos que chiflan carcajeándose de sus vecinos por los tejados y el
estridular de los escarabajos que minan los carriles silenciosos de aldeas y
poblachos a los que ya no va nadie a fotografiarse, ni principal ni último. Lugares
en los que ya no queda nadie y las arrugas de sus paisajes parecen una hoja de
periódico atrasado con este viejo poyete impreso y sus 428 palabras semanales
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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