El
otoño ha traído, además del alivio termométrico al valle guadalquivino, cierto
aire a cambio y de fin de época. Es como en el recitado inicial del Señor de
los Anillos en los que la reina elfa Galadriel musita, entre sorprendida y
enfadada, que «el mundo ha cambiado, lo siento en la tierra, lo siento en el
agua, lo siento en el aire». A muchos les parece que estos días son muy
parecidos a aquellos en los que los Beatles se subieron a una azotea para
cantar «don´t let me down» y hacer mutis por el foro con «get back». Los
tiempos están cambiando a tenor de lo que está ocurriendo en el calmo y quieto
lago jienense. Knock, knock in the heaven doors. Las aguas, durante décadas
estancadas en el control total, se agitan con la caída de rocas en forma de detenciones,
denuncias, grilletes, altos cargos imputados, declaraciones de concejales,
contratos, amaños, presuntos, sospechas, acusaciones, defensas y una sensación;
cada vez más sólida; de que esto ya no es aquel territorio en los que los
autobuses tenían alas y los coros y danzas de la oficialidad cantaban «time ist
on mi side». Es tiempo de cambio y no sería de extrañar que algún mediano, en
estos momentos, vaya camino del monte del destino para destruir el círculo de
poder que mantenía a raya a los del concilio que, ajenos, siguen a lo suyo como
siempre. La policía, como los bobbys en el swinging lodinense miran hacia las
terrazas para averiguar de dónde sale la música que ha venido a desafinar el
horizonte de la realidad jienense y enredarlo en los corredores y vericuetos de
los calabozos y los juzgados. La melodía de «I've Got a Feeling» flota en las calles y en su
letra se habla de cierta sensación, de determinado pálpito, de un mladito augur
que avisa de que la realidad es ya otra. Al final el amor que te llevas es
igual al amor que entregaste. Me lo dijo un poeta que pasó cerca de este poyete
hace un tiempo. Claro que en política la palabra amor tiene muchos significados
y no todos son positivos para la operación de dar y tomar. Tampoco los poetas
entienden mucho de las cosas del poder. Del autentico poder, de ese que es
obedecido sin tener que dar una orden. Que es capaz de hacer cumplir sus deseos
antes, incluso, de haberlos tenido. Alguien ha sacado a los grillos de su caja
y cualquiera sabe que será imposible meterlos a todos de nuevo. No hay viaje
atrás y cuando se quiebra el status quo suena al viejo riff de guitarra del
whatever you want. Perry Mason tiene trabajo en Jaén y la crónica judicial va
camino de convertirse en una serie de éxito este verano. Lo mismo cuando vengan
los periodistas de la capital, la de verdad, se quejen de que seguimos sin
servicio de telefonía de cuatro gé por estos lares, pero eso será ya asunto para otro
poyete.
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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