El
10 de agosto de 1881 llegaba a la ciudad de Jaén el primer tren. Han pasado 135
años y las cosas parece, que ferroviariamente, no han ido a mejor. El viejo
caballo de hierro no encuentra pastos en los que sobrevivir entre los bosques
olivareros. Se muere y oxida entre la espesura montuna de tantas promesas
olvidadas. En la jota de Jaén ya no cabe la ce de cercanías. Apenas la eme de
la memoria da para engrasar los últimos raíles, que mohosos y rojos de orín, se
hunden en la ciénaga de las mentiras que empantanan el paisaje. El que fuera
vecino de estas páginas, el inolvidable Vicente Oya, ya describía allá por 2007
en este diario la difícil relación del tren con Jaén. Una rima que chirría
desde hace décadas. «La llegada del tren a Jaén sirvió para consagrar la
voluntad de la ciudad por ganar la llanura hacia el norte. Pero el tren no
supuso para Jaén un hecho trascendente para su progreso. Otra cosa hubiera
sido, por supuesto, que los grandes trenes pasaran por Jaén y no por Espeluy.
Nos quedamos para siempre con un ramalillo, con un tren modesto, y aquella
primera estación adoptó la actitud de “tapón” como si el tren, por otro lado,
quisiera impedir la expansión de la ciudad».
Han
pasado los años y con ellos llegó un tranvía que jamás ha funcionando y que se
ha convertido en otra de esas «vías verdes» para hacer futing. A esta provincia
no le sientan bien las vías, los raíles, las traviesas ni los guardagujas. Las
estaciones sólo existen en los almanaques y en el recuerdo de los más viejos
del lugar. A estas alturas ferroviarias de Jaén Sabina nunca podrían haber
escrito ese verso de «aquello viejos trenes que iban hacia el norte». Hubiera
viajado, pongamos que a Madrid, en una pava o haciendo dedo virtual desde la
cuneta del blablacar. Jaén está perdiendo el tren. El ferrocarril también. Así
se titula el documental que en breve se va a estrenar y en el que se reivindica
la necesidad de mantener y mejorar este medio de comunicación que descarrila a
marchas forzadas y que podría dejar a la provincia como una de las primeras de
España sin trenes. Pregúntenle a Jesús Luque, director de esta película el día
15 de septiembre cuando se estrene. Jaén y tren, una consonántica mala relación
que ya empezó así de mal en 1881, según relató Rafael Ortega y Sagrista,: «la
apatía de las autoridades locales de entonces y la penuria de las arcas
impidieron todo festejo. Al entrar en la estación la máquina que inauguraba la
línea solo estaban en el andén un policía municipal y un guardia civil». Un
primer tren que salió de Espeluy a las cuatro de la madrugada y que llegó a la
capital cinco horas después. Aunque algún cachazudo dirá que ahora casi se
tarda más. Bueno es que hay cosas que a lo mejor nunca cambian, como lo de
tener más primeras traviesas colocadas que trenes dando servicio
Comentarios