Corren
tiempos esdrújulos que sólo se pueden describir con palabras de muchas sílabas.
Hemos llegado a tierras en las que el pueblo llano no tiene nada que decir. Es
un asunto grave. Una patología aguda. Una realidad ácida, ácima y acémila la
que dibujan nuestros próceres con sus tildes y sus ábacos calculando su máximo
beneficio mientras que los votos se han quedado afónicos de tanto pedir un
acuerdo que se les atraganta por el estrecho esófago. Sus imágenes en este
periódico no dejan de ser humorísticas: saludos cálidos y gélidos resultados.
La culpa siempre es del otro y de sus cómplices, por eso no se avanza ni un
centímetro. Menudo espectáculo están dando con sus drásticas declaraciones. Sus
hipócritas posturas. Sus lágrimas de cocodrilo y sus mentiras de libélula. Sólo
son elásticos de boquilla. Están atrapados en la aritmética de sus intereses.
Ávidos de beneficios propios y desgracias foráneas son patéticos cómicos que se
insisten en que todo lo hacen por nuestro bien. Y ahí está el estático, el
equívoco, el didáctico y el escuálido llenando crónicas y más crónicas. Entra
tanto territorios como el de Jaén siguen sufriendo de próstata laboral. Los
polígonos industriales son recónditos, sórdidos y abandonados lugares tomados
por los vándalos. La lucha por el desempleo es sólo un argumento novelístico en
esta larga búsqueda de la clave que permita que la provincia, por fín,
encuentre su camino. Veredas que transitamos los jienenses tapizadas de
casquijos de cántaros rotos, de ánforas y pérdidas y de cerámica quebrada. Las
cárceles se llenan, los árboles se talan, las carátulas y las máscaras se
agotaron en las tiendas. La fachada, que tan sólida pensábamos que era, es
apenas una fina cáscara, una suerte dermatológica, una cubierta decrépita a la
que se le ven las costuras. Nos sigue tomando el pelo. Comenzaron a hacerlo en
diciembre y, tras el paso de las túnicas, lo siguen haciendo. Gramática parda
de unos zánganos enredados entre micrófonos y números. Zumban los teléfonos.
Las fábulas adornan sus discursos. Se escudan en la informática, en lo
selvático, en lo ético, lo estético y hasta e, lo económico. Todo para no
cumplir con las órdenes que les dieron las urnas. Esdrujulante
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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