Ya
andan las liebres de la campiña jienense en la discusión anual sobre si las
cuentas son galgas o más bien podencas. Perras anuales de las leporinas
orejonas que se atascan en las riberas de arroyos y ríos, van dejando pasar la
corriente que rebaña lo poco que va quedando en los campos. La tierra fértil se
va aguas abajo empujada por estas discusiones estériles, debates estancados y
encantados de conocerse a sí mismos. Los presupuestos son los porsupuestos de
cada año. Cuentas que son el cuento de siempre. Cuentas que alargan el collar
en el que esta provincia se adorna y se ahoga. Rosario de desempleados y
oportunidades perdidas. De estaciones vacías e historias llenas de jóvenes que
se marchan a buscarse la vida antes de que se les gaste en los enrevesados
vericuetos de las peonadas o el enchufe que nunca llega. Las liebres manotean y
golpean con sus patas traseras el suelo. Levantan nubes de polvo que desenfocan
el paisaje. Van royendo las cifras y desestabilizan las certezas matemáticas. Dos
y dos serán cuatro si lo dicen los míos y sumarán 3 si lo aseguran los tuyos.
Las paradojas numéricas crecen y el cabreo de la gente sube amenazando con
desbordarse después de tantos años de ir llenando los vasos. La tensión popular
aumenta y el eterno número de los números presupuestarios parece que no será
suficiente para liberar la energía sobrante. Pero las liebres siguen a lo suyo
culpando al contrario de hacer unas cuentas, en general, caninas. Se siguen
haciendo fotos delante de tuberías, carreteras parcheadas, muros recuperados y
casas reencaladas. Se ponen estupendas. Chulean de su rapidez verbal y hacen
exhibición de su agilidad argumentaria. Hablan de planes y de plenos. Gritan
sobre partidas y partidos. Se lían y deslían en las redes. Claman de
inversiones y conversiones. De lo público y de lo privado, de sus íntimos y de
sus éxtimos. De millones y de sus sillones. Tan absortos están en sus cosas
que, en el fragor de la discusión, no oirán los ladridos, cada vez más cercanos
y aterrados, de los podencos y galgos que se les acercan. Galgos y podencos que
viene huyendo de los molosos que ya les muerden, al grito de podemos, los
cuartos traseros.
Desde hace unos meses que andan los actores políticos de aquí para allá y de allá para aquí dándole vueltas a los millones de la Inversión Territorial Integrada, la celebérrima ITI, y en qué se los van a gastar. Una día sí y otro también los papeles y los micrófono recogen las declaraciones de los artistas protagónicos, secundarios y hasta de los extras que están para hacer bulto y ruido en la escena, sobre el destino de los más de 400 millones que van a llegar a esta provincia tan ajena a las alegrías presupuestarias y tan huérfana de cariño administrativo. Qué si una carretera, que si un polideportivo, que si una rotonda, que si una plazoleta, que si un teatrico, que si una piscineja, que si tal que si para cual y para lo de más allá. Así llevan semanas amasando la ITI y sus dineros de comarca en comarca y de casa consistorial a casa consistorial prometiendo que la lluvia, de millones, está al caer y que habrá que ir comprándose cubos, barreños, damajuanas, orzas, tazones...
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