
Se me sigue quedando cara de pardillo cada vez que pongo 20€ de diesel en mi utilitario que dejaría de ser tan útil si los transporte públicos tuvieran horarios más útiles. Se me encoge el alma y el depósito se me expande con la continua subida de los hidrocarburos y sus impuestos. El barril de Brent se me ríe en las narices cuando se entera de que, yo que voy poco o nada al médico (por suerte para mí no para el médico), tengo que pagar el céntimo sanitario, que en realidad van a ser dos o tres, para tapar la cebolla que estos manirrotos de la Sanidad Pública tienen y mantienen para seguir contando con el voto cautivo del Vicks Vaporub, del Sintrón y el Dalsi. Además se han sacado de la manga para sacárnoslo a nosotros de la cartera el impuesto de la bolsa de plástico. A partir de ahora el pez de colores para el cumple de la niña me lo llevo puesto para ahorrarme la bolsa y entregaré la talega o la chivata al probo ladrón que me ponga a elegir entre ellas o mi vida con la navaja en la mano. De haberse sacado este impuesto años atrás algo hubiéramos recuperado del expolio al ayuntamiento de Marbella de donde se sacaban las bolsas de plástico llenas de dinero libres de impuestos, el dinero y las bolsas.
A partir de ahora tirar la basura, además de la discusión diaria con la familia para dilucidar a quién le toca, tendré que añadir 10 céntimos por cada bolsa que vaya al contenedor o mejor aún la tiraré a granel para darles por el saco (de arpillera y sostenible por tanto) a esta patulea que es capaz de aprobar cualquier cosa con tal de que les sigamos financiando su costosa forma de no hacer nada.
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