Este es el artículo publicado en el programa de Fiestas de Bailén 2017 que ahora comparto con todos vosotros.
Aprieta
el calor a estas alturas del año cuando en Bailén se publica su celebérrimo
libro de fiestas. Paisanos y foráneos nos apresuramos para tenerlo cuanto antes
y degustar el contenido de una publicación a la que se guarda siempre un lugar
privilegiado en las estanterías de las casas de los bailenenses. Desde hace
años tengo el honor, y también el orgullo, de participar en el programa de
festejos con algunos artículos, que para mi alegría y vanidad (todo hay que
decirlo) suelen ser muy bien acogidos. Tanto es así que, de cuando en cuando,
amigos, vecinos o simplemente conocidos me señalan tal o cual asunto al que
podría dedicar estas páginas anuales. Cómo uno es más de Bailén que «el posso de las dos bocas», que diría
mi admirado Paco Linares, suelo practicar el sano y motivador deporte de echar
la «ligailla» los sábados con los
amigos de toda la vida. Una terapia de grupo, como la llama Alfonso de Haro,
que nos sale mucho más barata y es más divertida que ir a tumbarse al diván del
sicólogo. Además no tiene efectos secundarios y sirve para contribuir a eso que
los antropólogos llaman: tradición oral.
Y es que de un sábado sí y otro también,
sumado a los años que vamos cumpliendo, a las canas que vamos perdiendo, a las
entradas que van creciendo y a los ejercicios de memoria a los que nos obligan
los botellines, en el número y temperatura adecuada, vamos abriendo las puertas
a los recovecos de la memoria y, porqué no confesarlo, puede que de la
nostalgia para se cuelen en la conversación aquellos dichos y expresiones; propios de
nuestras calles y plazas, y que se solían escuchar en una época no tan lejana.
Días en los que el alquitrán era todavía una novedad como la de cubrir las fachadas con azulejos o
hacer polos de cola-cao en los primeros frigoríficos. Años en los que todo
parecía estar muy lejos: el futuro, la capital o el resto de nuestra vida
Así
que hace unas semanas, no hace tampoco mucho, que acertó a dejarse caer por
nuestro rincón del bebercio sabatino, Bartolomé Cobo. Ya se sabe que en Bailén
nadie se siente sólo en un bar y a los pocos minutos de estar en la taberna uno
ya hace piña para intercambiar opiniones de esto, de aquello, de lo otro y de
lo más allá. Muchas de las veces estos encuentros se hacen costumbre y lo que
era esporádico se convierte en hábito. Es lo que ocurrió cuando charlando de
nuestras cosas; que son también las suyas querido lector; se nos fue ocurriendo
sacar de los rincones de la memoria esas frases hechas de retranca, sabiduría
popular y, porque no decirlo, con mucha mala leche con las que municionaban sus
charlas y conversaciones los bailenenses. Supongo que de estas y otras
expresiones ya habrá recopilación, estudios y catalogaciones más o menos
científicas, pero estas páginas que se suelen leer a la sombra del patio, en el
fresquito de la casa o cuando ya la siesta ha perdido su mordiente bien pueden
generar una sonrisa en el lector y, puede y ojalá así sea, tener la facultad de
hacerle recordar aquellos momentos en los que escuchó o pronunció algunos de
estos modismos, «aquellas expresiones,
que se usan dentro del ámbito informal, cuyo significado no puede ser deducido
a partir de las palabras que lo componen. Sino que es necesario conocer cuál es
su significado, aunque a veces se puede deducir por el contexto en el cual se
lo emplea» o al menos eso es lo que dicen los manuales para definir estas
expresiones que se circunscriben, este caso, a un lugar muy específico.
Pero
no me enrollo más y les voy desglosando algunas de esas frases hechas que
fuimos apuntando en las servilletas de la mesa del bar. Apunta que te apunta
entre biscúter y biscúter, entre caña y caña, entre risas y risas y carcajada y
carcajada, apunta que te apunta. Una de las primeras que anotamos fue la de «vas a tardar en doblarla», es decir
que al interlocutor al que no referimos ya le estamos advirtiendo de que le
queda poco en este barrio y que, en breve «se
va a ir con Jaime»; mítico enterrador de este pueblo y que quedó para
algunas generaciones como sinónimo del último tránsito. Una expresión que puede
sustituirse por la más gráfica «A ése se
le está afilando la nariz». Vamos que se le está poniendo muy mala cara, de
moribundo, de fiambre. y al que se fue con Jaime, con prisas y sin tiempo de
avisar «al pobre le ha venío derechica».
Tampoco
tiene desperdicio, por lo que no dice pero sí describe, esa frase de abuelo para
reñir al nieto que no quiere tomarse el bocata «tenía que venir el año el hambre otra vez, por lo menos un mesesico» que
tampoco es cuestión de abusar. En esa
admonitoria expresión ya iba inclusa la terrible historia de los acontecimientos
que llevaron a tan malhadado año en la posguerra ya la profunda huella que
dejaron en este pueblo.
Pero
no nos pongamos tan trascendentes que estos son días de pasarlo bien, de divertirse
y de reencontrarse con los que vuelven al terruño que dejaron para buscarse la
vida por eso lares de Dios. Paisanos que retornan por unos días para decirles a
sus hijos o nietos que «cuando yo me fui
tó esto era campo y ahora mira que bloques». Cientos de bailenenses que
regresan para refrescar los recuerdos que se dejaron por estas esquinas en las
que oyeron a las viejas picantas señalar, a las novias recientes que acertaban
a pasar por su vera, que pronto «iban a
parecer la sota de bastos» y la comadre añadía «dí que sí Anica que estás diciendo el evangelio» y otra se sumaba
a la retranca «si es que está juventud
está empicá en la gallinácea» o «tienen
más visssio que la candonga». Todo ello dicho sin la menor acritud y con el
único objetivo de rememorar aquellos momentos en los que «esta vela también gastaba torssía» lo que hacía que se le subieran
las colores a las mozas y a los mozos se les figuraba que ya era momento de «llevársela al verde» mientras las
viejas se reían con razón por no llorar por lo que se les había perdido en el
camino de sus vidas
Pero
he de llegar al final y no quiero dejar de compartir con los lectores parte de
la expresiones que hemos ido rescatando y que hacen referencia a los hombres
desabridos «ese es un pierdepueblos»,
al que no es demasiado despierto «qué
espía eres», al gracioso y simpaticón «qué
salidas tienes», al malafollá «vaya
un sonajas que estás hecho», a la persona seria y poco dada a la sonrisa «vaya sirial», al alelado «es un ser» a los que gustan de hacer
algo que molesta al resto «vaya modica
que estás cogiendo», para demostrar sorpresa o maravilla «¡uchá, quieres callar!», para señalar
al que le gusta ir demasiado rápido con la motillo o el coche «ese es un fitipaldi», al informal y
poco fiable «qué vas a esperar de
mediodías habiendo mediasnoches», al que le gusta empinar el codo en
demasía «ese se los bebe doblaos», a
la persona alta y derecha «menudo tallo»,
para señalar al enterado o «sabeor»,
«mira tú éste, que se cree el Jon Vaine», al tonto del haba «menudo velorrón» y al que, siendo
todavía tontorrón pero no tanto, «vaya
velorro»
En
fin, aquí lo dejo, seguro que ustedes recuerdan estas y otras muchas
expresiones tan propias y tan nuestras. Que las fiestas de este año sean las
mejores de la historia, que os toméis unas cañas, o unos «fresquitos» con los amigos o la familia. Poneos a la sombra «a ver si os va dar un torosón negro» y
que disfrutéis del «resistidero» que
es este pueblo en la calima de Julio. Hasta el año que viene
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