Pasaba la procesión en todo su esplendor de palmas y ramas de olivo. Atronaba la banda de cornetas y tambores y el cielo de abril descorría las cortinas para que el sol le sacara los dorados al pan de oro y argénteos brillos a báculos e incensarios. La muchedumbre enfundada en trajes de estreno y ropas aún con la etiqueta caliente se arracimaba en las aceras y buscaban la sombra para saludar el paso de Jesús entrando a Jerusalén. Los capataces hacían uso del llamador y del prístino sonido de la campana. Imagen, trono y portadores eran sólo uno y la emoción embargaba a los presentes, que móvil en ristre, inmortalizaban la escena en fotografías e imágenes para compartirlas en tiempo real con el resto del mundo. La Semana Santa hiperconectada a las redes y extendiéndose de teléfono en teléfono en una red compuesta de infinitos hilos. Las autoridades sujetaban las palmas cargadas de barrocas florituras. Las fuerzas vivas se dejaban ver a su pueblo recordándoles que el mes que viene ha...